El asalto a los cielos está resultando un infierno.Vinieron a asaltar los cielos y no hacen más que asaltarse ellos mismos. La escalera hacia las nubes es demasiado alta y propicia que mucho alpinista político caiga al vacío. Uno de ellos se lanzó en paracaídas nada más comenzar el asalto al firmamento. Juan Carlos Monedero. El más dogmático, el que se sabe la ortodoxia de adelante para atrás y de atrás para adelante. Lo suyo no era el politburó sino las tablas del escenario, los platós y un poco la chirigota estajanovista. Así que dejó el trabajo burocrático a los compañeros para convertirse en una especie de espítritu santo morado, siempre entre bambalinas y siempre dispuesto a aparecerse a los apóstoles para guiarles en el camino hacia las alturas cada vez que el dios padre Iglesias lo tuviera a bien.
La izquierda más estricta, tradicionalmente, tiende mucho al borrado fotográfico de sus dirigentes. Hay muchos tipos de Lubianka. La tortura actual no es la picana ni la bañera sino el silencio, ese gulag hecho a base de hielo informativo. El no ser. Se nota que estos dirigentes tienen estudios. Conocen algo de filosofía política y un poco de existencialismo, o algo parecido. Causa/efecto, responsabilidad/efecto, que no es otra cosa que el que la hace la paga. Ya se lo aplicaron los existencialistas más refinados de la más refinada Francia al colaboracionista Brasillach. ¿Coqueteó con los nazis? Luego estaba buscando un destino, una responsabilidad. Fusilamiento. Borrón y cuenta nueva. Sartre y Simone de Beauvoir así lo hicieron y así lo firmaron, y quien no estaba de acuerdo, tarde o temprano, acabaría siendo tachado de burgués. Albert Camus incluido. Así salda la izquierda intelectual o intelectualoide, stalinista o medio pensionista sus desavenencias. La ductilidad no va con ellos. No en vano Stalin significa hombre de acero.
La ortodoxia requiere mucha firmeza y el desviacionismo siempre es un riesgo inminente en el que pueden caer sus más queridos hijos. Un descarrío equivalente al pecado mortal de sus oponentes. La construcción de la torre de Babel, aquel germinal asalto a los cielos, acabó como el rosario de la aurora. Se ve que cuando ascendemos tan alto la falta de oxígeno, la pureza que envuelve a las mentes preclaras, hace que todo se vea tan nítido, o tan nítidamente borroso, que no hay quien se entienda y cuando uno pide argamasa le dan ladrillos y cuando ladrillos, leña. Eso es lo que le van a dar a Íñigo Errejón. Leña morada. Errejón lleva tiempo pidiendo argamasa, materia flexible, eso que unos llaman realismo y que para otros es simplemente claudicación. Demasiado corsé para alguien que como Errejón tiene poco de acero en su fibra mental. Para los escaladores oficiales a las nubes, el muchacho con cara de niño ha sufrido vértigo. No sabe moverse en las alturas, tiende al vuelo raso. Y en una organización donde hasta el chalet de los líderes se somete a referéndum pensar por cuenta propia es señal evidente de un trastorno profundo, el síntoma más claro de la traición. El asalto a los cielos está resultando un infierno.
Antonio Soler
No hay comentarios:
Publicar un comentario