El domingo que viene no, el otro, habrá más abstención que en las pasadas elecciones generales, se tardará más en contar las papeletas,
Demasiado juntas. Las elecciones más cercanas (las municipales) y las desgraciadamente en la percepción ciudadana más lejanas (las europeas) se celebrarán una vez más complicadamente juntas dentro de dos domingos. Y en algunas comunidades se sumarán las autonómicas. Esto es así porque de las 17 comunidades autónomas que quedaron reconocidas como tales en España, una vez aprobada la Constitución en 1978, en trece se estipula que las elecciones autonómicas se celebren junto a las municipales cada cuatro años el cuarto domingo de mayo. Y cuando se da la circunstancia de que, además, ese año hay elecciones europeas (que se celebran cada cinco años), entonces se cambia la fecha para que los tres comicios coincidan el mismo día. En 1999 ya se dio esa circunstancia. El próximo 26 de mayo se volverá a dar. Mucha madurez, discernimiento e implicación democráticas hacen falta para capturar la información necesaria y saber diferenciar y atinar a la hora de meter cada papeleta en cada urna. Por eso, en parte, el domingo que viene no, el otro, habrá más abstención que en las pasadas elecciones generales, se tardará más en contar las papeletas y unas elecciones pasarán más desapercibidas que otras en la campaña y en la mano del votante.
En Málaga, por ejemplo, vamos sobrados de debates en lo que va de semana y eso está bien. Pero todos con candidatos al Ayuntamiento, claro. Se vuelve rara la cobertura mediática de este batiburrillo electoral y se terminan solapando, sobre todo, lo transnacional y lo local. Y más rara aún se vuelve en lugares como Cataluña, donde las autonómicas acaparan casi toda la atención y son en sí mismas más independientes de las demás que en ningún otro territorio de las otras elecciones con las que coinciden. Un vecino de Hospitalet con ascendencia andaluza me dice que dos de sus tres hijos confunden los distintos candidatos a arrebatarle la alcaldía a Ada Colau en Barcelona con los que pugnan por la Generalitat. Respecto a Madrid, todo está que arde. A pesar de que la mayoría de los cabezas de lista al Parlamento Europeo (Borrell, Garicano, Dolors Montserrat, Rodríguez Palop...) son figuras políticas nacionales y tienen su base logística en los madriles, cómo hacer que quepan los debates europeos junto a esos en los que se baten el cobre Carmena, Gabilondo, Villacís y demás pesos pesados de cercanía en la villa y corte.
Por su parte, la propia Unión Europea ha programado un debate, uno sólo, con los candidatos a presidir la Eurocámara, que se celebró ayer en Bruselas. Esos candidatos los proponen desde 2014 los grupos políticos transnacionales en los que se inscriben esos eurodiputados (una cosa es el Parlamento Europeo y otra la Comisión) que en dos domingos elegiremos en España, los cuales han sido propuestos por nuestros partidos nacionales. El debate único lo moderaron –y chequearon las redes sociales– dos mujeres, una francesa y otra finesa, y un alemán. Los debatientes fueron el francés Nico Cué por el grupo de la Izquierda, la alemana Ska Keller por los Verdes, la danesa Margrethe Vestagher de los Liberales, el checo Jan Zahradil por los Conservadores, el holandés Timmermans por los Socialistas y el también alemán Manfred Weber por los Populares. Es más barato unir elecciones, pero con lo que nos jugamos en Europa merecería la pena más pedagogía y separar estas elecciones de las más cercanas. Lo barato, casi siempre, sale caro.
Domi del Postigo
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