He aquí que los asaltantes de la Bastilla se ven asaltados. Los sans-culottes se han hecho a la horma de la burguesía y el discurso ya les sale blando, melifluo y bamboleante. El 15-M es una foto añeja, un sueño con la melancolía de la juventud perdida. El asalto a los cielos se ha transformado en una hipoteca y el rebelde en un padre de familia poco propenso a los seísmos. Mejor una mecedora, un tacataca revolucionario. De la mención parlamentaria a la cal viva se ha pasado a pedir un ministerio, no por caridad sino por una supuesta lógica, esa lógica que hace apenas un par de años era una herejía, una claudicación.
Ni morir de pie ni vivir de rodillas, sino sentado a una cómoda mesa y con un buen pasar. El sistema posee un estómago capaz de digerir cualquier cosa. Sus potentes jugos gástricos van diluyendo las aristas, y, poco a poco, la subversión se va convirtiendo si no en mansedumbre sí en la observancia de las reglas de un juego que se suponía ajeno. El trato con la élite, el poder, todo erosiona y lija. La coleta ya no asusta ni sorprende. La coleta ya es sistema, desobediencia caducada. La Tuerca y toda aquella ferretería verbal se ha convertido en una salmodia de parroquia, en el cántico de aquellos curas yeyés que parecía que iban a darle la vuelta al pastel y que lo único que hicieron fue ponerle velas eléctricas a los santos de siempre.
De todo aquello solo sobrevivió la vieja ortodoxia del borrado fotográfico. La defenestración del infiel. Bescansa, Errejón, los desobedientes. De dar de mamar en el hemiciclo al nuevo gulag, el silencio, el borrado informático. La vieja deriva estalinista, esa que tan hondo caló siempre a la izquierda en España del PSOE. El PCE devorando al POUM, los anarquistas y los comunistas acabando la Guerra Civil a tiros entre ellos, Carrillo y la Pasionaria lanzando por la ventana a Fernando Claudín y a Jorge Semprún «intelectuales con cabeza de chorlito» según Pasionaria. Siempre siguiendo el viejo lema del partido. «Más vale equivocarse con el partido, dentro del partido, que tener razón fuera de él, o contra él». Y el partido es el líder, claro. El culto a la personalidad ha valido históricamente tanto para los grandes dirigentes comunistas, Lenin, Stalin, Castro, Ceaucescu, como para los fascistas, Hitler, Mussolini, Franco, Pinochet. Las voces del pueblo, los que hablan por él, esos ventrílocuos amos de la verdad.
Vientos del pueblo convertidos en suave brisa. Las fieras domadas. Después de las generales, Iglesias vio la salvación vía ministerio. Las paredes ministeriales debían frenar las voces de la calle, las de su propio partido. Él al Gobierno y su señora al frente del aparato para dar imagen de renovación y cambio. El fracaso de las municipales puede desmontar la operación. Kichi quiere sangre, se reivindica como el auténtico, el que no ha cedido al chalet ni a eso que antes llamaban la moqueta. Espinar pretende reflotar los sueños. Robespierre los espera en la Bastilla meciendo la cuna.
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