Uno de los rasgos característicos de la feria es que debe vivirse básicamente en la calle. Ante esta afirmación de perogrullo, el Ayuntamiento de Málaga hace exactamente lo contrario, intentar que la gente se meta en los bares a partir del infantil toque de queda que ha implantado en el Centro. En el real no hay problemas. Faltaría más. La concejala de Fiestas, Teresa Porras, se mostraba especialmente orgullosa de permitir una hora más de música en directo en el Centro. Eso sí, en el interior de los restaurantes del casco antiguo que tengan permiso para ello. A las seis de la tarde ya no quiere un alma feriante por las calles. Todo muy lógico. La guerra soterrada que mantiene el Ayuntamiento de Málaga contra la celebración del Centro, que paradójicamente es una de las señas de identidad de la feria de Málaga, cada vez va a más. No quiere permitir beber en la calle, aunque esto es una 'boutade', porque todo el que quiera va a seguir bebiendo al aire libre. Es ridículo pensar que la gente que esté disfrutando de los conciertos que hay en las plazas no pueda tener su copa en la mano, copa que ha pagado religiosamente en un bar. Cuidado, esto no se puede confundir con el botellón.
¿Qué policía local va a cometer la temeridad de multar a estas personas arriesgándose a montar un escándalo auspiciado desde el propio consistorio? Dirán con razón que venga Teresa Porras a multar. No está mal potenciar la feria en el real de Cortijo de Torres, al menos de esa manera se intenta rentabilizar una semana el despropósito de tener miles de metros baldíos durante el resto del año. El alcalde que tanto se queja de que no hay grandes hoteles u oficinas podría destinar ese suelo para tales fines. En el real pasa todo lo contrario: no se restringe, sino que se amplía el horario, pues se obliga a las casetas a abrir a las dos de la tarde y no cerrar hasta las seis de la madrugada. Sin duda, una competencia muy leal para los empresarios que apuestan por el Centro. De hecho, a más de un restaurante se le ha 'invitado' insistentemente a que monten una caseta en Cortijo de Torres para intentar llevar el ambiente diurno por allí. Se ve que no confían en las sufridas peñas, con las de decenas de casetas que tienen instaladas allí desde siempre. Que el Ayuntamiento apuesta descaradamente por el real frente al Centro se puede comprobar fácilmente en el presupuesto que destina a una y a otra. Las bandas que tocan en las plazas del Centro, sin duda una buena idea que le salió demasiado bien a Porras (el éxito se le ha vuelto en contra porque la gente se queda a medias), las pagan los hosteleros y el patrocinador de la feria, Cervezas San Miguel, que tiene el privilegio de tener la única barra de alcance de toda la Feria del Centro. Para eso son los paganinis. O sea, que los grupos no reciben ni un solo euro de las arcas municipales, que como mucho pagará algo de dinerillo a las pandas de verdiales. Son los hosteleros y el citado patrocinador los que corren con estos cargos. No habría nada que objetar... si en el real pasara lo mismo. Las actuaciones en el auditorio municipal y en la caseta de la juventud sí las paga el Ayuntamiento. ¿Cuál es la razón objetiva de esta discriminación? ¿Por qué no lo sufragan los caseteros que hay instalados allí? A lo mejor es que no se atreven a pedírselo a las peñas, que bastante esfuerzo hacen con tener que abrir tantas horas unas casetas que están la mayoría del tiempo de apertura vacías. Este año una de las novedades será la instalación de 'stands' de Sabor a Málaga en el Centro. ¿Se dará ahí bebida a la gente, algo que está prohibido, o se le dará el trozo de salchichón de Málaga a palo seco? También hay que 'celebrar' que por fin van a adornar algunas calles, porque en anteriores ediciones estaban los mismos toldos de San Miguel que están todo el verano en la calle Larios. Pero lo más sangrante de todo es el horario. La feria de día se celebra básicamente después de la hora de comer, porque no todo el mundo puede costearse almorzar a diario en un bar o en un restaurante. La celebración en la calle se reduce de esta manera a tres horas, de tres a seis de la tarde, que son precisamente las que generan más molestias a los vecinos, pues es el horario típico de la siesta. Pero los residentes tienen esta servidumbre. Vivir en el Centro tiene estas cosas. Lo que no se entiende es por qué no se deja que la fiesta continúe hasta las ocho de la tarde. ¿A quién molesta eso? ¿Por qué no se deja que la gente se divierta en esas horas que siguen siendo diurnas? Veremos qué pasa en esta edición que en principio sigue siendo atractiva para los visitantes, pues los hoteles están prácticamente llenos. Disfruten y diviértanse. Donde quieran. Y a la hora que quieran. Sean libres.
Javier Recio
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