Zlatan Ibrahimovic lo llamaba El Filósofo. Lo llamaba así despectivamente, claro. Que en el mundo del fútbol te llamen El Filósofo es síntoma de vejatorio. Como si en un barrio bajo te dicen El Poeta. Mala cosa. Un periodista, amigo de El Filósofo y buen conocedor de los entresijos del vestuario barcelonista, contó en pequeño comité cómo en cierta ocasión Ibrahimovic le cortó el paso a Guardiola para echarle en cara una sustitución y el entonces entrenador culé se dio la vuelta y huyó del modo más digno que pudo. Podríamos decir que Guardiola hizo prevalecer su pacifismo.
Ahora también lo ha hecho de cara a la opinión internacional. Su pacifismo y sus conocimientos jurídicos además de su compromiso con la libertad de expresión. Guardiola fue un símbolo no solo del barcelonismo sino de las aparentes buenas maneras. Era el chico bueno frente al gamberro Mourinho. El seny y el europeísmo frente a la chabacanería merengue y españolista. El dandy frente al bocazas. Un chico relamido que cuando quería dejaba aparecer al tipo que también sabe decir tacos para hablar del «puto jefe, del puto amo» del Bernabeu. Así, severo, pero con un inglés exquisito, El Filósofo ha salido al mundo para contar la deriva autoritaria que sigue España y cómo en este país no hay garantías judiciales ni libertad de expresión. Que quede claro, en este país las ideas se combaten mediante la represión.
Convencido, firme, comprometido. Ignorante. Ignorando. Ignorando y mintiendo. Ignorando a los millones de catalanes que no piensan como él. Ignorando que el problema catalán encierra en su raíz un conflicto entre catalanes y que la independencia no es una aspiración de la totalidad de los catalanes. Y mintiendo. Mintiendo sobre la libertad de expresión en España. Los separatistas ahora sentenciados, y por tanto delincuentes, no han sido condenados por expresar sus ideas, ni siquiera por haber estafado con ellas a sus seguidores, sino por haber vulnerado la ley. Si la caricatura que Guardiola ha ofrecido a la opinión internacional fuese cierta, él mismo estaría en prisión por haber expresado no solo ahora, sino decenas de veces, sus opiniones políticas. Y también estarían encarcelados Joan Tardá, Gabriel Rufián, Meritxell Budó y todos aquellos que libre y públicamente día tras día expresan sus ideas separatistas en redes sociales, en los medios de comunicación o en el seno de las instituciones democráticas. Pero, no, mejor continuar con la brocha gorda. La filosofía de El Filósofo es barata, no se compadece con un sistema analítico medianamente ponderado. Está sacada de los pasquines populistas y, por muy untuoso que se ponga, su discurso encierra silogismos falsos y consecuentemente conclusiones falsas. Está claro, jugar muy bien a la pelota o saber organizar a once jugadores en el campo de fútbol no te emparenta con Kant. Ni siquiera con Ramo Llul.Antonio Soler
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