El bloqueo del Prat y otros bloqueos, rodeados de grandes premios
El escritor barcelonés afincado en Málaga Garriga Vela escribió un cuento sobre un objeto caído en nuestra provincia que parecía provenir del espacio exterior y era un desecho interior de un avión. Resulta muy desagradable cuando te cae encima caca de pájaro, pero mucho peor es que te caiga un señor entero. En Málaga tenemos las gaviotas, las sucias palomas de la paz y cinco mil cotorras censadas, que a dos huevos por puesta y dos puestas por año son un montón de cotorras cotorreando en nuestras poco plácidas mañanas y soltando cagarrutas en nuestros nobles edificios y nuestras menos nobles coladas. El español salió del baño y no vio a nadie. Será por ahí, pensó, pero por ahí no era y empujó una puerta de un área restringida que activó las alarmas y hubo que desalojar el aeropuerto muniqués. La lió bien liada, pero al menos había aliviado sus intestinos, por lo que su andar sería grácil y ligero. Anteayer lunes volé a Barcelona y salí del aeropuerto por los pelos, que es un decir, para asistir a la gala del Premio Planeta, pero no me lo dieron. Al irlandés John Banville tampoco le dieron el Nobel de Literatura la semana pasada, y eso que es uno de los eternos candidatos. Esta vez casi se lo dan, o en cierta forma se lo dieron, aunque mejor decir que se la dieron. Resulta que el día del fallo recibió una llamada en la que le informaron de que había ganado el Nobel. Al colgar llamó desconfiadamente a ese número y correspondía a la Academia Sueca, por lo que dio la llamada por buena. No sé cuánto tiempo pasó hasta que se enteró de que todo era una broma, a lo mejor hasta había telefoneado ya a sus cuñados. Vaya gracia. En situaciones así deben de entrarte ganas de bloquear un aeropuerto. O al simpático sueco. Para compensar yo le habría dado el Planeta, pero esto es hablar por hablar, cosa de cotorras.
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