Todo empezó con un solo ordenador, instalado a modo de cajero automático, en un barrio deprimido de Delhi. Sugata Mitra (Calcuta, 1952) bautizó su experimento como “Hole in the wall” y empezó a observar cómo los niños del barrio se acercaban y empezaban a trastear con él. La experiencia demostró que, en contra de lo que se creía, eran capaces de aprender a utilizarlo sin asistencia de los adultos. Mitra, que es profesor de Tecnología de la educación en la Universidad de Newcastle y tiene un doctorado en Física, ha replicado esos resultados en colegios de otros países y ha demostrado que cuando los niños cooperan entre sí delante de una pantalla pueden, incluso, aprender materias demasiado avanzadas para su edad.
Por eso, defiende que la tecnología no es una amenaza, sino una herramienta indispensable que, sin embargo, implica repensar todo el sistema educativo. En 2013, Mitra ganó el TED Prize gracias a una charla, Construyendo una escuela en la nube, que ya registra más de tres millones de reproducciones y que le convirtió en una pequeña celebridad. Hablamos con él sobre cómo la tecnología puede revolucionar la educación, pero también sobre cómo debemos ayudar a los niños a entender la crisis medioambiental.
En realidad, fue algo accidental. Después de terminar mi doctorado, estaba en la India y cada día veía cómo los niños de los barrios más pobres no iban al colegio. No podía evitar pensar en todo el capital humano que estábamos perdiendo. Empecé a pensar en qué pasaría si esos niños tuvieran acceso a un ordenador. Esa fue la génesis del experimento que bautizamos como Hole in the wall.
¿En qué consistía y cuáles fueron los resultados?
El ordenador se instalaba en un espacio público y el objetivo era ver si los niños eran capaces de aprender a usarlo sin ayuda. Y, efectivamente, aprendieron solos. Ahora que los niños usan las tabletas con dos años eso puede parecer absurdo, pero en 1999 se creía que había que enseñarles a utilizar un ratón.
¿Qué más descubrieron?
Al principio, creíamos que solo lo usarían para jugar, pero después de unas semanas, descubrieron los motores de búsqueda y empezaron a hacer preguntas. Lo curioso es que, aunque no dominaban el inglés, siempre daban con la respuesta correcta. Y el secreto era la colaboración.
¿Por qué?
Un solo niño frente a Internet puede tomar el camino equivocado sin darse cuenta, pero un grupo de niños se corrigen y ayudan entre sí.
Dejemos que los niños lleven sus ‘smartphones’ a los exámenes
¿Cómo debemos hablarles a los niños de la emergencia climática?
Hay que dejar que exploren este asunto con libertad. Que consulten en Internet y que debatan entre ellos para entender cuál es la situación.
¿Pero serán conscientes del problema si lo investigan ellos mismos?
Eso es más sano y eficaz que transmitirles una posición específica, un solo punto de vista.
¿La escuela en la nube, que usted defiende, es medioambientalmente sostenible?
Sí, porque no requiere demasiados ordenadores y no es demasiado dependiente energéticamente. De hecho, en algunas áreas remotas puede funcionar gracias a la energía solar. La huella medioambiental de la escuela en la nube es baja.
¿Y la tecnología puede ser un aliado para entender mejor la naturaleza?
Desde luego. En una ocasión probé a hacer esta pregunta a un grupo de niños: ¿cuál es la diferencia entre el tiempo y el clima? Usaron Internet en grupo y fueron capaces de darme muy buenas respuestas. Uno me dijo: “El tiempo es lo que ves a través de la ventana de tu cuarto, pero el clima es algo que se estudia estadísticamente durante años”. ¡Y esa es una gran explicación!
¿Qué piensa del fenómeno Greta Thunberg?
La he escuchado muchas veces y me impresiona mucho lo que dice, pero no sé si ha investigado todo lo que cuenta o si se lo ha oído decir a otras personas. Y, sin saber eso, es difícil opinar.
¿Debe convertirse una niña en la líder global de un asunto tan complejo como el cambio climático?
Los niños pueden y deben convertirse en líderes en cuestiones que afectan a su futuro, pero deben aprender a investigar e informarse sobre esos asuntos. A menudo, las escuelas les fallan en eso. En los colegios se habla mucho del pasado y muy poco del futuro.
¿Cuál es el principal problema del modelo educativo tradicional?
Las escuelas tradicionales surgieron en un momento histórico en el si necesitabas una información no podías obtenerla de manera inmediata. El objetivo imposible de ese modelo era que, para cuando tuvieras 17 años, lo supieras todo de todo. Eso ha dejado de ser verdad. Y pone en cuestión todo el sistema.
¿Se han quedado obsoletas las escuelas?
La idea de que los niños reciban información de modo unidireccional con la esperanza de que retengan algo está obsoleta. Pero los colegios ofrecen mucho más. Los niños aprenden trabajando juntos y, además, se lo pasan bien con sus amigos. Eso sigue funcionando.
¿Y los libros de texto?
En Internet la información se actualiza constantemente. Si sabes buscar, siempre puedes encontrar. La idea del libro de texto es muy anticuada.
¿Qué rol deben desempeñar los profesores en este nuevo paradigma?
Seguimos necesitando a los profesores, pero los necesitamos para algo diferente. Antes, su trabajo era proporcionarnos información unidireccional de las asignaturas, ahora debería ser una figura adulta y amable que nos dirija hacia las preguntas más interesantes. Y ese es un trabajo más difícil. Quizá el profesor de Geología debería preguntar a sus alumnos: ¿Por qué existen los volcanes? ¿Sirven para algo?
¿Y en qué se traduce eso?
Te deberían permitir trabajar con tus amigos. Siempre. Y no deberías sentirte amenazado. Suena obvio, pero es algo habitual en muchas escuelas. Además, los colegios deberían ser entornos silenciosos, con mucha luz natural y una buena calidad del aire. Puede parecer una tontería, pero hay muchas escuelas en el mundo que no tienen esas cosas. Y, por supuesto, los niños deben tener acceso público a Internet. La idea no es que cada niño tenga un pequeño dispositivo, sino que puedan trabajar en grupos. Y eso significa grandes pantallas que todo el mundo pueda ver.
¿Cómo se imagina las escuelas del futuro, dentro de 50 o 100 años?
Hay que pensar que dentro de poco los seres humano tendremos un acceso continuo e invisible a la información. Cuando el smartphone esté en tu cerebro, algo para lo que no falta tanto, el significado de la escolarización, de los exámenes, cambiará de manera radical. Solo tendrá sentido preguntar cosas relacionadas con la imaginación o preguntas que aún no tienen respuesta.
¿Y cómo hacemos que aprender sea divertido para los niños?
Lo más importante es eliminar la percepción del miedo. Cuando la mayoría de nosotros echamos la vista atrás hacia nuestros días de colegio, recordamos situaciones estresantes y amenazantes. A veces, es lo único que recuerdas. El otro recuerdo común es lo mucho que te divertías con tus amigos. Si eliminamos la parte amenazante y amplificamos la parte placentera, tenemos una buena solución.
El tiempo que los niños pasan frente a las pantallas sigue siendo un motivo de preocupación entre padres y expertos. ¿No le inquieta?
Una pequeña voz en nuestro interior nos dice que los niños de antes eran mejores que los de ahora. Y es un gran error. Todas las generaciones pasan por eso. Cuando yo era un niño, mi abuela me decía que leer mucho era malo para la vista. Y cuando empecé a utilizar auriculares, todo el mundo decía que eran malos para los oídos, que nos aislarían socialmente. Lo mismo pasa con las pantallas. La respuesta no es dejar de utilizarlas, sino mejorar su tecnología para que no sean dañinas. Pero no creo que debamos preocuparnos por eso…
Por cierto, ¿para qué clase de trabajos o profesiones deberíamos preparar a los niños?
Esa es una pregunta vital y no tiene una respuesta sencilla. Piensa que quizá dentro de 30 años hayamos llegado a Marte. Es una posibilidad. ¿Cómo les preparas para eso? Los niños de ahora van a enfrentarse a problemas que ni si quiera podemos imaginarnos. Y ese es el gran reto de la educación. La imaginación tiene que jugar un papel mucho más importante en los colegios. Cuando no puedes predecir el futuro, al menos puedes tratar de imaginártelo.
Su famoso experimento inspiró la película Slumdog Millionaire, pero el título nunca le ha convencido. ¿Por qué?
No creo que la mejor aplicación de la capacidad para aprender cosas por uno mismo sea ganar un concurso de la tele o convertirte en millonario, sino vivir una vida interesante y ayudar a los demás. En lugar de ser millonario, puedes dedicarte a descubrir si es posible dejar de envejecer. Por eso me gustaría más otro título: “Slumdog Premio Nobel”.
Dice que el currículum académico debería estar basado en las grandes preguntas que aún quedan por resolver. ¿Antes no habría que conocer los fundamentos teóricos?
La mayoría de nosotros no sabemos cómo arreglar el motor de un coche. Puedes pensar que tu educación tendría que haberse encargado de explicarte lo que es, cómo funciona o las reglas de la termodinámica. Pero, ¿dónde termina eso? La mayoría de nosotros cogería el teléfono y llamaría a un mecánico.
Entonces, ¿no hace falta que los niños sepan resolver ecuaciones, por ejemplo?
Hay que entender qué son las ecuaciones, de dónde vienen, quién las inventó, cuál es su historia… Creo que eso es más importante que aprender a resolverlas, que es lo que se enseña en las escuelas. Y si no sabes, suspendes.
Mantiene que los exámenes deberían desaparecer.
Primero, hay que cuestionarse para qué necesitamos exámenes. La respuesta, de nuevo, viene del pasado. Queremos saber cuánta de esa enseñanza unidireccional ha sido retenida. Los exámenes son un test de memoria. Y por eso, no son necesarios. Pero eso no significa que no debamos evaluar a los estudiantes. Pero habría que hacerlo de otra manera.
¿Cómo?
Deberíamos dejar que los estudiantes lleven sus smartphones a los exámenes. El truco es hacerles preguntas para las que nadie, ni si quiera Internet, tiene respuesta, para las que no hay soluciones correctas ni incorrectas. Para eso, necesitas que los profesores tengan otro tipo de habilidades diferentes.
Dice que existe una gran diferencia entre saber y aprender. ¿Cuál es la confusión?
No es que muchos niño no sepan, es que no son capaces de recordar algo. Quizá habría que darles otra opción: “Si no sabes la respuesta, ¿qué harías para encontrarla?”. Esa sería una buena pregunta de examen para el siglo XXI. Una niña me dijo una vez: “Muy fácil. Llamaría a mi madre”. Es decir, los niños saben que tienen recursos a su alcance, como su madre, los libros o Internet, y no entienden por qué no les dejamos utilizarlos. Deberíamos evaluar la habilidad de buscar y saber cosas de manera rápida y precisa cuando las necesitemos. Suena un poco fuerte, pero suelo decir que estamos al final de la “era del saber”. Como un niño me dijo en una ocasión, “en Internet sabes algo antes de aprenderlo”. Y eso es muy profundo.
¿Y cómo hacemos que aprender sea divertido para los niños?
Lo más importante es eliminar la percepción del miedo. Cuando la mayoría de nosotros echamos la vista atrás hacia nuestros días de colegio, recordamos situaciones estresantes y amenazantes. A veces, es lo único que recuerdas. El otro recuerdo común es lo mucho que te divertías con tus amigos. Si eliminamos la parte amenazante y amplificamos la parte placentera, tenemos una buena solución.
Ixone Díaz
Ixone Díaz.
Ixone Díaz
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