Parece que es en formato trío como el pianista, ganador del premio Grammy, se siente más cómodo y fértil. Poco importa que le comparen con Bill Evans o con Keith Jarrett por su sensibilidad o su virtuosismo. O que Anne Sofie Von Otter, Renée Fleming, Pat Metheny, Charlie Haden o Joshua Redman abrillanten su currículum en calidad de cómplices necesarios.
Al final, la alquimia que prende cuando su piano se funde con el bajo de Grenadier y la batería de Ballard es inigualable.
La personalidad musical de Mehldau se conjuga en dos términos, como improvisador que aprecia el asombro que puede acontecer a partir de una idea musical espontánea y que se expresa en tiempo real, pero también tiene una profunda fascinación por la arquitectura formal de la música, y esto influye en todo lo que ejecuta.
El resultado es algo así como un caos controlado. Una garantía de lirismo sin afectación que se desborda en directos sin mácula y que embelesan por completo a su audiencia.
No hay comentarios:
Publicar un comentario