Como todas las historias que rodean a Josep Andreu, ésta hay que cogerla con pinzas y prudencia. Rara es la anécdota que, ligada a su figura, no acaba confundiendo lo real con la maravilla. Sírvanse ustedes mismos: saltimbanquis de tercera, sus padres cargan y empujan el carromato de pueblucho en aldea; la función y el camino los han llevado hoy a Cubelles, donde la pareja repite la rutina de buscar la plaza central y liarse a cabriolas; en mitad del número de funambulismo, la chica se pone de parto y termina dando a luz a Charlie Rivel en el desván del café local.
Menos legendarias y más probadas parecen sus simpatías por el Tercer Reich. La República de Weimar había prestigiado el cabaré y le había reconocido un carácter artístico del que nunca antes había gozado. El circo y los Andreu, a quienes el hambre y los buenos augurios han conducido a Berlín, se benefician de ello durante los años 30. Con el estallido de la Segunda Guerra Mundial, los posicionamientos políticos enfrentan a la familia: los hermanos de Charlie acabarán combatiendo en la Resistencia francesa y él, actuando en el cumpleaños del Führer y en películas producidas por Göring.
Las entusiastas tarjetas con las que Rivel saludó la expansión nazi por Europa no figuran en el catálogo del museo dedicado a su memoria. El folleto sí recoge, en cambio, un chupete roído y de dudosa procedencia.
Nacho Artacho
No hay comentarios:
Publicar un comentario