jueves, 19 de enero de 2017

Perdidos ... por Antonio Soler



La izquierda anda extraviada. Los cascotes del muro de Berlín, que parecían ser una reliquia, un emblema de la libertad y el fin de la Historia, se convirtieron muy pronto en guijarros para la honda del liberalismo y la derecha, material para otras murallas y munición para los nacionalismos. La quiebra va desde la política global hasta los despachos de la más humilde alcaldía. El extravío es generalizado y aquí, en España, cobra carácter de puzzle. Un puzzle al que según algunos observadores le sobran piezas y según otros le faltan. PSOE, Podemos, los residuos de Izquierda Unida andan buscando su lugar bajo el sol en medio de este frío polar que nos azota. Nieva a la orilla del mar y nieva en el interior desmañado de todos esos partidos y coaliciones. Mareas, socialdemócratas, comunistas de la vieja guardia, populistas de camiseta cambiante, anticapitalistas y furtivos descendientes del anarquismo sacan los codos y pugnan por ocupar asiento en este atribulado juego de la silla.

Hace unos días Iñigo Errejón vino a Málaga a tantear a sus huestes de cara a la lucha final. Errejón aspira a la transversalidad mientras que sus compañeros de partido tienen una clara vocación de verticalidad. Desde la calle hasta la punta de la píramide, donde mora Iglesias con su leño, los oficialistas de Podemos no entienden la vocación institucional del errejonismo. Pablo Iglesias sigue confiando en el mesianismo y en su capacidad de imantación para hacer que los votos acudan a él. Ya se puso la corbatita, ya se calzó el esmoquin y vio lo espúreo del invento. Ninguna soga al cuello, por muy de seda que sea. La montaña de los votos debe venir a Mahoma, esa es la nueva estrategia. Y mientras devorar, deglutir los grupúsculos que hay a su alrededor del mismo modo que intentan engullir a IU por mucho que sus lides históricos pataleen. Julio Llamazares ya lo ha advertido: «La dirección de IU niega la Historia para diluirse en Podemos».

Y frente a ellos la gran presa, el gran hueso duro de roer del PSOE, demasiado indigesto, demasiado cargado de responsabilides, poder y figuras históricas de un pasado reciente como para dejarse comer a pesar de que algunos de sus líderes hayan creado las condiciones idóneas para la depredación. El susanismo, por boca de Juan Cornejo ha declarado que la candidatura del coherente y correoso Patxi López a la secretaría general del partido «no significa nada». Gotas de lluvia en la armadura de la sigilosa Susana. La candidata supuestamente silenciosa que puso en mitad de la escena el sillón de Pedro Sánchez y luego lo dinamitó por medio de un burdo control remoto. El ex secretario general, que prometió una evangelización a bordo de su coche particular, aún anda reponiéndose del feroz KO. Sonado, fue a que lo entrevistara Evole y a echar pétalos a Iglesias y su Podemos, a los que ahora comprendía. Sí, faltan sillas en este malévolo juego, pero sobre todo lo que falta es una brújula.

Antonio Soler

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