Huir de Málaga durante la feria se ha convertido ya en una anciana costumbre que practican muchos habitantes de esta ciudad. La práctica parece a todas luces comprensible, y a los vecinos del Centro les falta pedirque el éxodo feriante incluya una ayuda económica del propio Ayuntamiento, para todos excepto para ese porcentaje bien alto de vecinos que salen de Málaga despotricando de la feria pero aprovechan esa circunstancia para alquilar su casa por 100 euros la noche, lo cual es en realidad una forma más desesperada de subvención.
Para los que sin gustarle la feria se vean imposibilitados por cualquier motivo a salir de la ciudad, la recomendación generalizada consiste en encerrarse a cal y canto bajo el recogimiento combinado del aire acondicionado y el Climalit. Quizás suscribirse a un canal de pago, ventilarse un par de temporadas en cada tarde o revisar partidos de fútbol de la liga del 96. Evitar en la medida de lo posible la programación estival de las televisiones nacionales y leer, por supuesto.
Para esos que no pueden irse o los que como yo empiezan sus vacaciones un día tonto como hoy, existe la posibilidad de, sin gustarle a uno la feria, elegir una tarde para visitarla, tomándoselo como un día de borrachera normal y corriente. Así se podrá comprobar que la feria sigue siendo la misma excepto por la huelga de taxis y que ahí está toda su esencia de fiesta al mismo tiempo fina y salvaje, como alguien que está muy borracho pero intenta mantener la compostura en una cena de gala. Escandalizarse por el botellón es un ejercicio inútil, desagradable y que supone no haber entendido de qué va esto. Intentar prohibirlo es además un acto de una enorme hipocresía. El botellón no es más que una concentración de gente bebiendo, así que no sé qué diferencia el botellón de la feria a la feria en sí misma. Los argumentos para prohibir beber en la calle mientras puedes hacerlo en un bar resultan pobres. Es verdad que los del botellón se acoplan y que hay pocas cosas menos interesantes que una aglomeración de gente borracha, pero me temo que eso es la feria, y que la única manera de evitarlo pasa por acabar con la feria del Centro y convertirla en una cosa todavía más poligonera.
Todos los años se escucha la apuesta por una feria más familiar y luego resulta ser más o menos la misma en cada edición. La Feria de Málaga es un estado de ánimo que se basa en el alcohol, y tampoco hay nada terriblemente malo en ello, no al menos en este mundo en el que nos resulta difícil alcanzar la diversión sin lingotazos. Que nos digan si hay una celebración popular en la que no haya que ponerse tibio de una u otra manera. O una 'fiesta familiar' que pueda gustarle de verdad a alguien. Imaginar versión de la Feria con tintes familiares resulta tan macabro como un parque infantil cofrade: hay cosas que deben permanecer en el terreno de los adultos.
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