Sólo quienes le conocían bien sabían de verdad de su serio carácter, y de su humildad de hombre bueno
Decir que Juan Rosa era el más bajo del Dúo Sacapuntas es innecesario, ya que Juan era muy bajito y su compañero, Manolo Sarria, es tan espigado como de hombros anchos. Un armario, por tanto, junto a un taburete. Una pulga junto a una linterna. Aquel contraste visual tan obvio le ponía, ya de salida, la mitad de la gracia al paquete humorístico. Pero el dúo cargaba la suerte en esa diferencia entre ambos en sus actuaciones al límite, hasta la aparente crueldad de quien, siendo mucho más alto al lado de quien parecía aún mucho más bajo, zarandeaba al compañero sin piedad.
En una de las veces que les entrevisté, creo recordar que en Canal Sur televisión, del hilarante mojicón que le soltó Manolo a Juan yendo de lo serio a la guasa en las respuestas, temí que Juani fuera a descuajaringarse como un personaje de Lego al que habría que recomponer las piezas en el camerino reparador, como hacen los artistas, de manera figurada o no, una vez terminada la función.
Había algo de la vieja tradición circense de payasos y tortas en el dúo Sacapuntas. Una tradición que abrazaban sin corrección fingida, con una interpretación de trazo grueso y un desacomplejado acento malagueño. Un hablar ceceante y sin plural que terminase frase alguna, que flotaba en el océano de eses que marcaban los plurales de sonoridad castellana de quienes les rodeaban cuando, a finales de los 80, dieron el salto a la televisión nacional. Fundamentalmente en el ´Un, dos tres´, de la mano del ojalá que muy recordado –porque de la memoria agradecida andamos cortitos con sifón por estos días– Chicho Ibáñez Serrador, quien anda algo retirado a su pesar.
Frente a los detractores de aquel humor de sacapuntas cuya cuchilla veían mellada, quien más sabía de la televisión les eligió para alimentar con su gracia el mejor programa de los programas de entretenimiento que son y han sido y, mucho me temo, serán, de la historia de la televisión en España.
Juani pintaba coches cuando hace hoy casi 40 años se unió a Manolo para hacernos reír ya para siempre como los Sacapuntas. Yo era casi un adolescente todavía cuando les veía actuar en el Pepeleshe, aquel ´pub´ (un formato nuevo de bar que aún no se conocía por estos lares) de la avenida de la Aurora. Y desde entonces nunca he olvidado a Juan Rosa. Tampoco resulta fácil hacerlo siendo amigo como soy de Manolo Sarria. Manolo tuvo que luchar para reinventarse con éxito, aprendiendo a soportar (sí, soportar) el dolor de la ausencia de su gran amigo pequeño.
Amigos de Juan y compañeros del humor como el Morta, Pariente, Manolo Doña, entre otros, han escrito y dicho –y dirán esta noche en el Teatro Alameda de Málaga– cosas bonitas y, por supuesto, divertidas de Juan Rosa. Pero me causa un respeto imponente el empeño en reivindicarle de quien fue su compañero en sacarle punta a la existencia durante años, hasta que la diabetes y sus temibles secuelas cardiovasculares se llevaron a Juani cuando estaba solo en casa, hizo el pasado 12 de diciembre 15 años.
Como el respeto que me causaba Juani por su seriedad y cierto estoicismo ante la vida. Sólo quienes le conocían bien sabían de verdad de su serio carácter, y de su humildad de hombre bueno. Por eso, y aunque brindando por la risa para salir de esto de estar vivo también en este nuevo año, quería dedicarle a Juani como regalo de Reyes algunas más de 22 líneas abarrotás, sobre todo, de seriedad.
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