domingo, 21 de enero de 2018

Mortadelo y Filemón ... por Eduardo Jordá

Francisco Ibáñez es un artista descomunal que debería ser considerado un Balzac o un Galdós de los tebeos.

Somos muy ingratos con la gente que nos ha hecho felices. Cuando murió Chiquito de la Calzada descubrimos estupefactos que no había ganado ni un solo premio nacional de artes escénicas ni había sido nombrado hijo predilecto de Andalucía, cuando había docenas de mindundis que sí habían recibido honores y recompensas. A Chiquito, ya mayor y solitario y viudo, le habría hecho mucha ilusión que alguien se acordara de él, sobre todo porque lo había pasado muy mal durante una gran parte de su vida. Cuando murió, por supuesto, todo fueron elogios, pero hubiera sido muy fácil adelantar esos elogios y darle el homenaje que se merecía cuando estaba aún vivo (aunque el más importante, el de la gente de la calle, ése sí que lo tuvo siempre).


Pues bien, este año Mortadelo y Filemón cumplen 60 años, una edad que no está nada mal para dos seres que ya nacieron mayorcitos (aunque su edad fue siempre incierta) y que no han envejecido en lo más mínimo porque siguen siendo idénticos a sí mismos, como los universales platónicos. Pero lo digo porque su creador, el gran Francisco Ibáñez, ha cumplido ya los 81 años, que son muchos años. Ibáñez ha sido un artista descomunal que debería ser considerado un Balzac o un Galdós de los tebeos. Si queremos entender cómo era este país hace cincuenta años, no hay más que repasar cualquier entrega de su 13, rue del Percebe y allí está todo, igual que está en las películas de Berlanga o de Bardem: el moroso de la azotea, el desgraciado que vive en las alcantarillas, la señora del colmado que sisa a toda su clientela... Y eso que Ibáñez tiene muchísimos personajes más: Rompetechos, la familia Trapisonda, Pepe Gotera y Otilio. Tres generaciones de españoles han aprendido a disfrutar de las buenas historias leyendo a Ibáñez. Tres generaciones han aprendido a esperar con impaciencia la llegada de los tebeos cada fin de semana. Me pregunto cuántos artistas y escritores podríamos competir con él a la hora de alardear de personajes y de tramas y de atmósferas.

Que yo sepa, Francisco Ibáñez no tiene ningún premio importante, ni siquiera el Premio Nacional del Cómic o un premio de Narrativa que se merece más que cualquiera de nosotros. ¿No es eso una vergüenza? ¿No es eso una muestra de que estamos en manos de la TIA, esa agencia desastrosa para la que siguen trabajando Mortadelo y Filemón?

Eduardo Jordá
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