Si en un libro ensayístico se ofrecen unos datos y alguien se considera perjudicado por la difusión de esos datos, al considerarlos inveraces o inverificables, está en su derecho de exigir responsabilidades judiciales, lo que, lejos de ser una traba para la libertad de expresión, representa una garantía para la seriedad de la información. En este caso, para que la retirada del libro del mercado sea efectiva, el denunciante -que tan mala espina da- está obligado a depositar una fianza de 10.000 euros para hacer frente al posible perjuicio que pueda ocasionar al denunciado. ¿Medidas propias de un Estado de derecho o censura turca?
La retirada de unas fotografías, obra de un provocador profesionalizado, tiene menos pinta de ser una conjura ideada por los poderes represores que la decisión personal, absurda y timorata de un directivo de Ifema en el contexto de una feria de arte en la que curiosamente nunca se ha hecho ascos a la provocación, al ser la provocación no sólo gratuita, sino por lo general también rentable: las obras retiradas se han vendido por 80.000 euros.
Tras equiparar su arte al de Picasso, el rapero que tiene tatuado un kalashnikov en el antebrazo y que va a ir a prisión por decir unas barbaridades menos cercanas a una ideología política identificable que a una psicosis tipificable, se ha arriesgado a anunciar que su caso es el signo apocalíptico del fin de las libertades colectivas, basadas al parecer en la defensa del asesinato como método de redención social.
Resumiendo: lo del libro es una decisión judicial, tan severa y tan discutible como tantas otras, y ya veremos en qué queda, pues de momento la única consecuencia ha sido que el libro en cuestión se convierta en un bestseller; lo de las fotos, una metedura de pata con efecto de rebote, y lo del rapero... bueno, eso admite tal vez otros matices: hay incluso quienes denuncian que su condena implica una regresión. Es posible: hace 20 años, las televisiones nos deleitaban con chistes de tullidos, de maricas y de tartamudos. Hoy no nos hacen tanta gracia. Porque hay regresiones que son en realidad evoluciones. De modo que no nos liemos más de la cuenta en nombre de la libertad.
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