El pasado lunes paseaba, solo, por mi ciudad -como decía la letra de aquella canción de la extraordinaria Betty Missiego- y después de visitar el mágico espacio cultural 'Isla Negra' me topé con una jubilosa aglomeración ciudadana en los aledaños del Teatro Cervantes, sede del Festival de Cine. La verdad es que me alegraron los aplausos al director Juan Antonio Bayona, que, a pesar de su apellido, en absoluto ha abdicado de su buen hacer, mezclando, sin complejos de ningún tipo, calidad con comercialidad. La celebración del cinematógrafo español -y creo que en futuras ediciones también latinoamericano- se halla esta semana en Málaga, ciudad bravía y con buenas librerías; no obstante, avanzaba yo como un zombi enfrascado en mis pensamientos y añorando estrenos, recordando a ese niño que en las oscuras salas se quedaba hechizado al ver a heroínas y héroes intocables, mudo ante la belleza remota e insólita que reproducía en la pantalla las más inverosímiles fábulas de la tribu. Hace escasos días Guillermo Busutil recordaba una película que a mí también me fascinó y de la que, sin embargo, únicamente capté su energía sonambúlica, un complejo biorritmo que te zarandeaba por el espacio sideral para, otra vez, volver al mono. Me pregunto si el hombre no desciende del mono sino que se dirige a él y me refiero, claro está, a 'Odisea espacial' del dúctil Stanley Kubrick, rodada hace ya ¡medio siglo!
Ferviente admirador del cine clásico, tengo la firme convicción de que en 1968 la estructura, mirada, estudios, barras y estrellas, todavía pertenecían a ese delicado modelo de hacer del cine de toda la vida que los esclavos de la moda se apresuran a enterrar. He revisado algunos títulos del 68 y me he quedado de piedra por la alta calidad de los mismos. Voy a destacar unas cuantas películas, dejando en el tintero otras tantas de primera magnitud. Son nada más y nada menos que del 68, aparte de la ya citada 'Odisea espacial', 'Barbarella', 'El guateque', 'El nadador', 'El león en invierno', 'El planeta de los simios', 'El caso de Thomas Crown'... y ya empezaban a cambiar las cosas con varias propuestas corrosivas, desde USA 'Flesh', de Warhol; desde Italia, 'Teorema', de un tal Passolini, y desde Francia, 'La novia vestía de negro', de François Truffaut. Muchos de estos filmes los vi años después, pero su sello es inconfundible: colorido de la era pop, fin del gaullismo, comienzo de la era Nixon, y el hombre a un punto de poner el pie en la Luna. He querido dejar aparte una película que me dejó, y sigue dejando cada vez que vuelvo a verla, como suele decirse, una huella indeleble. Se trata de 'La semilla del diablo' 'Rosemary's baby') rodada por Roman Polansky en el siniestro edificio Dakota y protagonizada por Mia Farrow y John Cassavettes. «¿Qué le habéis hecho a mi niño, qué le ocurre en los ojos?». Se trata de una fecundación satánica que jamás ha vuelto a ser rodada. A su lado pienso que 'El exorcista', que también me aterrorizó, resulta un estridente cuento de hadas.
Ferviente admirador del cine clásico, tengo la firme convicción de que en 1968 la estructura, mirada, estudios, barras y estrellas, todavía pertenecían a ese delicado modelo de hacer del cine de toda la vida que los esclavos de la moda se apresuran a enterrar. He revisado algunos títulos del 68 y me he quedado de piedra por la alta calidad de los mismos. Voy a destacar unas cuantas películas, dejando en el tintero otras tantas de primera magnitud. Son nada más y nada menos que del 68, aparte de la ya citada 'Odisea espacial', 'Barbarella', 'El guateque', 'El nadador', 'El león en invierno', 'El planeta de los simios', 'El caso de Thomas Crown'... y ya empezaban a cambiar las cosas con varias propuestas corrosivas, desde USA 'Flesh', de Warhol; desde Italia, 'Teorema', de un tal Passolini, y desde Francia, 'La novia vestía de negro', de François Truffaut. Muchos de estos filmes los vi años después, pero su sello es inconfundible: colorido de la era pop, fin del gaullismo, comienzo de la era Nixon, y el hombre a un punto de poner el pie en la Luna. He querido dejar aparte una película que me dejó, y sigue dejando cada vez que vuelvo a verla, como suele decirse, una huella indeleble. Se trata de 'La semilla del diablo' 'Rosemary's baby') rodada por Roman Polansky en el siniestro edificio Dakota y protagonizada por Mia Farrow y John Cassavettes. «¿Qué le habéis hecho a mi niño, qué le ocurre en los ojos?». Se trata de una fecundación satánica que jamás ha vuelto a ser rodada. A su lado pienso que 'El exorcista', que también me aterrorizó, resulta un estridente cuento de hadas.
Alfredo Taján
Mas de Alfredo Tajan en Aumor AQUI
No hay comentarios:
Publicar un comentario