Los presupuestos ya llegaron al Congreso y ya están las provincias y las comunidades autónomas cotejando lo que les correspondería en el reparto. El gordo lo mandaría Montoro, que es una especie de niño de San Ildefonso momificado, al País Vasco, que no en vano es el lugar más próspero del Estado. Los demás acarician el premio de consuelo y la pedrea. De momento todo es humo, porque a pesar de que el Gobierno lleva vendiendo estos presupuestos como los únicos posibles y los de la gran ocasión para el pueblo llano, su aprobación no está clara. El 155 deja renuente a un PNV que no se sabe si cumplirá su veto en solidaridad con el soberanismo catalán o si finalmente el peso de los millones reblandecerá el hermanamiento. Metidos a loteros, los integrantes del PP proponen fórmulas mágicas. Mágicas y chocarreras como la de Maroto. Que el PSOE elija cinco votos al azar. Una rifa para lavar las conciencias y fregar la ideología.
En lo concerniente a Málaga, la pedrea viene en tren. Obras en provincias limítrofes que nos beneficiarán, 'bypass' sevillano, corredor a Algeciras y el cacareado tren a Marbella. Pare esto último destinan seis millones de euros. En los tiempos de la prehistoria en blanco y negro había un anuncio de televisión con el eslogan 'Papá, ven en tren'. Es lo que le deseaban tres niños repipis a un padre que, según ellos, trabajaba mucho pero al que veíamos dormir mientras su mujer le hacía la maleta y luego lo ayudaba a vestirse. El tren de Marbella y la Málaga presupuestaria tienen algo de eso. El señor Gobierno se desespereza como el fulano del anuncio, se lleva la fama de cumplidor y la mujer se queda en casa limpiando, y agradecida. Muy contenta irá luego a la estación a recibir al rey de la casa. Y a entregarle el voto. Lo del voto, claro, no salía en el cuento publicitario. Lo de ir a esperarlo a la estación sí. El voto es lo que pide el Gobierno a cambio de ese anuncio sobre el tren de Marbella. Algo tan fundamental reducido a pedrea.
Porque lo único cierto y reconocido por todas las partes -políticas, económicas o sociales- es que ese tren sería fundamental. No sólo para el desarrollo de Marbella, inconcebiblemente aislada por vía férrea, sino para el de la ciudad de Málaga y el de toda la provincia. Habrá que ver si en años sucesivos esta prospección y sondeo tiene una continuidad firme. Y habrá que ver si llueve, porque los presupuestos dejan en manos del cielo la política en materia de aguas. Algo muy propio de un gobierno con ministras que se encomendaron -con éxito- a la Virgen del Rocío para salir de la crisis, pero que no deja de producir un cierto desasosiego para aquellos que no tienen el fervor doblemente mariano -hacia la Virgen y hacia Rajoy- de la señora Báñez o la confianza en el azar de otros dirigentes del PP.
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