Nada hay de autocrítica en la carta de Díaz. Como si el poder correspondiera a los socialistas o, mejor aún, a Ella
En su carta dirigida el otro día "a las andaluzas y los andaluces", con el tono grave de los estadistas de antaño, Susana Díaz asumía su nuevo papel en la oposición y llamaba a la movilización contra "las derechas". Afirmaba la ex presidenta, en plural mayestático (aunque no le sentaría nada mal la tercera persona del singular para referirse a sí misma como Ella, a lo Julio César): "Entendemos y aceptamos la lógica alternancia en democracia, pero no a cualquier precio". Y el precio es, claro, el que corresponde a la "extrema derecha", "los que no respetan ni nuestras normas básicas, ni el estado (sic) de derecho, ni las libertades individuales". Ante esta situación, Díaz afirma que "estaremos vigilantes y beligerantes" en la oposición, y brinda después la catequesis andalucista de costumbre, más afectada si cabe, con referencias al "compromiso" y a no dar "ni un paso atrás". Pero no asoma, ay, nada parecido a una autocrítica. Como si de nuevo, el poder político correspondiera por naturaleza a los socialistas o, para ser más exactos, a Ella, mientras quienes suben ahora al trono son aquellos extranjeros babilónicos que osaron poner perdido el Templo de Jerusalén con sus pies sucios. Nada ha tenido que ver Susana Díaz, según su lectura de los hechos, con el avance de las derechas. Todo, entonces, queda en orden.
Si cabe interpretar la carta en cuestión como un anticipo de por dónde irán los tiros en cuanto a la oposición socialista, entonces podemos confiar en que nadie va a romperse demasiado la cabeza. Se tratará, más o menos, de señalar al monstruo y denunciar lo feo que es. Y, claro, el monstruo parece dispuesto a ponérselo demasiado fácil: tras el asesinato machista de una mujer en Fuengirola el pasado sábado, 12 de enero, Francisco Serrano salió con que "en este año el cien por cien de los asesinos y violadores son extranjeros", abriendo brecha para sacar rédito electoral (exactamente, ¿qué pretendía? ¿Justificar que aquello de la expulsión de los 52.000 inmigrantes sin papeles no era tan mala idea sin mentar la petición de derogación de la ley de violencia de género?) a cuenta de un crimen de la manera más atroz, terrorífica e inhumana. Así que, si de esto se trata, a la opositora Díaz no le va a hacer falta estudiar para sacar el examen. Pero igual lo que Andalucía necesita es otra cosa. Aunque sólo sea por el fracaso de la ex presidenta en su aspiración nacional a a poner coto a los separatistas. Ese fracaso explica, en gran medida, el ascenso de Vox.
Igual lo que Andalucía necesita es un socialismo sin Susana Díaz. Pero, por ahora, mejor que no se entere Julio César.
Pablo Bujalance
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