sábado, 29 de febrero de 2020

Mucho Ruido ... por Pablo Aranda


Uno de cada tres habitantes de Málaga soporta más de 65 decibelios de media, que por lo oído es mucho. No es sólo que hablamos alto sino que el camión de la basura nos tritura cada madrugada los tres huesos del oído medio y que el reguetón de las radios de los coches se cuela por nuestras ventanas y llega hasta nuestros corazones. Es que el vecino del segundo regaña a su hijo y me callo hasta yo, que vivo en el quinto. Los europeos del sur, mediterráneamente escandalosos, estamos orgullosos de nuestro escándalo. Ese orgullo llevado un poco más al extremo es lo que nosotros mismos llamamos merdellonería: tan orgullosos nos sentimos que nos convertimos en proselitistas. Los datos están sacados de un estudio precisamente del MER, que en francés, pronunciando la erre a la francesa, significa eso mismo. Queremos que los demás se unan a nuestro ruido o, al menos, restregarlo por la cara del resto. Un amigo contaba que a su hijo le habían llamado la atención en Dinamarca por hablar en voz alta en un tren y otro amigo sentenció con un qué asco. ¿Un mediterráneo no puede controlar su aparente necesidad ruidoso expansiva? Algunas personas, seguramente merced a la educación, levantan la cabeza y miran, dándose cuenta de que no sólo no están solas en el ombligo del mundo sino que ni siquiera están en el ombligo del mundo. Eso obliga a pactar. Venga, si cabemos todos, controlamos ambos los decibelios que lanzamos al espacio exterior y así tu música me deja escuchar la mía y viceversa, que rima con cerveza.


Es cierto que tampoco pasa nada si de repente alguien habla un poco más alto, pero no pasa nada por evitarlo. Al escándalo se une la falta de pudor. En los trenes que frecuento suenan los móviles y los usuarios comparten las conversaciones con todo el vagón. Tras dos horas de viaje es posible conocer parte de la biografía de algunos viajeros que a lo mejor después se quejan de que Google nos vigila. Dormir bien está muy bien pero no nos importa dar la pascua, para la que por cierto ya queda menos, Jesús. No se trata de que en cien años todos calvinistas, sino de alcanzar un término medio. Aunque no lo parezca avanzamos y ya, por ejemplo, no es normal que un tipo llegue a la playa con música que suena desde Chilches hasta Los Álamos (en Los Álamos fue donde aquellos murieron con las chanclas puestas). El mundo da muchas vueltas (es que es redondo) y algunos daneses nos molestan desde sus fiestas en apartamentos turísticos, y entonces nos volvemos nórdicos y llamamos a la policía, por favor, agente, que un gran danés no me deja dormir. Un poquito de por favor (dicho así en flojito).
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