Foto: Tiojimeno |
A Alexander Lobrano, el periodista de The New York Times que firma la magnífica reseña sobre Málaga, sus museos y su gastronomía, no le gusta la música. O le gusta bien poco, porque de lo contrario se habría percatado de su ausencia dentro de la oferta de la ciudad. No hablamos de la música de grandes escenarios o salas de conciertos, sino aquella que acompaña, como vemos en las películas y series que reflejan la vida en la Gran Manzana, los almuerzos y cenas de los que habitan la ciudad. Si al señor Lobrano le gustara la música se hubiera marchado poniendo el grito en el cielo y preguntándose dónde se puede disfrutar de un espectáculo de flamenco en la tierra de Antonio Molina.
La ordenanza municipal para la Prevención y Control de Ruido y Vibraciones impide desde 2009 la apertura de nuevos establecimientos con música en directo en Málaga. Una medida que, como denuncia la bailaora malagueña Marina Aranda, «no satisface una demanda turística innegable». Aranda ha impulsado una campaña de recogida de firmas en Change.org para que esta normativa cambie y se adapte a la actualidad de una ciudad que presume de espíritu cultural. Una iniciativa que ya ha superado las 7.400 adhesiones y que cuenta con el respaldo de hosteleros y programadores de la ciudad. «Es una incongruencia. En España vamos por detrás de todo el mundo», se lamenta Jesús Sánchez, presidente de la patronal hostelera Mahos Amares, que reclama al Ayuntamiento que «hable de los requisitos técnicos» que los locales necesitarían para poder ofrecer actuaciones. Lo que Sánchez considera «alucinante» es que se prohíba que los restaurantes quieran amenizar las cenas de sus clientes con un cuarteto de cuerda: «Voy más allá. La normativa actual prohíbe que se programe un cuentacuentos e incluso la actuación de un mimo».
«Es un absurdo», sentencia Sergio García Orbegozo, uno de los programadores musicales más activos de la ciudad. «En Málaga puedes poner un disco de los Rolling Stones en tu bar a todo trapo, pero si aparece Mick Jagger con una guitarra acústica, no puede cantar sus canciones». «Si quieren desarrollar un modelo de ciudad centrada en el ocio, la música es esencial. El turista demanda música porque es a lo que está acostumbrado», explica García Orbegozo, que además recuerda que «de manera eventual», el Ayuntamiento ofrece «permisos extraordinarios para que cualquier local, tras pagar un canon por ello, pueda tener actuaciones», lo que convierte el asunto en algo más enrevesado, si cabe. Por su parte, Iñaki Serrano, responsable, entre otros, de la programación de los conciertos de la sala Velvet, considera que existe «un total desconocimiento» por parte de los responsables municipales «sobre el motor económico que supone la música en directo»: «Un televisor con un partido de fútbol genera más ruido», destaca.
El presidente de Mahos Amares sostiene que los «hosteleros deben respetar la legalidad, pero también reclamar desde la legalidad». Con este espíritu, la asociación lleva meses de reuniones con la Junta para dar solución a este asunto. Y los resultados no se han hecho esperar. El pasado mes de febrero, el letrado mayor del Parlamento de Andalucía, Javier Pardo, certificaba la aprobación de una proposición no de ley en defensa de la cultura y la música, en cuyo texto se insta «a los sectores implicados a impulsar un nuevo tipo de actividad recreativa, Concierto de pequeño formato o acústico, al nomenclator que regula la legislación vigente».
«En la hostelería no existe el no. Y la política debe poner los medios. El turista, el malagueño, el empresario..., todo el mundo está mejor con música. Creo que la vida debe tener una banda sonora, también cuando cenamos. Que no nos la quiten», reclama Jesús Sánchez, que advierte que hay un sector en contra de esta incitativa: la Asociación de Discotecas y Salas de Fiesta de Málaga. «Son los únicos que se oponen. Supongo que para proteger el monopolio de las actuaciones, aunque ya tiene el del horario».
La voluntad política al respecto también parece reacia a cualquier cambio. En septiembre del año pasado le preguntábamos a la concejala de Cultura, Gemma del Corral: «Hay una ordenanza que prohíbe la realización de cualquier actividad musical –aunque sea un tipo con una armónica–en los locales que no cuentan con licencia de café teatro, que son la mayoría. ¿No debería cambiar esta situación?». Su respuesta fue la siguiente: «Las ordenanzas lo prohíben, es cierto. Y existe la voluntad de abrir un debate en esa línea. De forma excepcional se dan permisos, pero no para mantener una oferta permanente en un espacio sin licencia. También es cierto que el centro tiene un problema de ruido evidente. Habría que plantearse que esa oferta pueda desarrollarse en otros espacios, como las salas en los polígonos».
¿Han oído en este tiempo algún debate municipal sobre la música en directo?
Jesús Zotano
http://www.laopiniondemalaga.es/
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