Era la penúltima escala de una gira que los ha llevado por Francia, Portugal, Reino Unido, España y que hoy terminará en Frankfurt. Sin embargo, todo parecía casual, improvisado, como si los cinco músicos se hubiesen encontrado minutos antes por las calles de la ciudad y hubiesen decidido montar una sesión de jazz nada menos que en el Teatro Cervantes.
Ya el vestuario del quinteto daba pistas de la amalgama de sonidos y estilos que se iban a encontrar los malagueños que llenaron el patio de butacas: Chucho Valdés salió limpiándose el sudor de la frente en un traje gris con raya diplomática y zapatos de charol a juego, mientras que el saxofonista Joe Lovano vestía una amplia camisa con un estampado cuanto menos peculiar, pantalón negro y zapatillas. El batería Francisco Mela, en traje de chaqueta negro y corbata; el contrabajista Gastón Joya, con camisa de cuadros, y el percusionista Yaroldi Abreu, enfundado en un ‘dashiki’ africano.
Pero pocole importaba al público el atuendo, pues tenía enfrente a dos leyendas del género como son Chucho Valdés y Joe Lovano, rodeados por otros tres músicos que no les van a la zaga en cuanto a virtuosismo. El cubano y el estadounidense se han unido sobre las tablas tras años de amistad, y qué menos que pasar por el Cervantes, que Valdés –afincado desde hace años en Benalmádena– considera ya su casa. Su saludo especial a los malagueños llegó antes de la tercera canción, pues el quinteto apareció en el escenario e inmediatamente encadenó dos composiciones de Lovano, ‘The Dawn of Time’ y ‘Charlie Chan’, un homenaje a Charlie Parker.
Complicidad
A partir de entonces se alternaron piezas frenéticas y baladas
románticas, en las que Lovano se hacía a un lado para que su sitio lo
ocuparan las notas del piano de Chucho y volvía antes del final para
rematar. Los gestos de complicidad y las bromas entre los músicos fueron
constantes, con lo que dejaron claro que se lo estaban pasando en
grande en Málaga, al regalar algunos estándares del jazz –de Duke
Ellington a Thelonius Monk– con el toque de Valdés y Lovano.Los aplausos más sonoros se los llevó Chucho con el bolero ‘Tres palabras’, que Lovano disfrutó tanto que no pudo contener una carcajada de pura emoción. Entonces llegó el solo de Joya, abrazado con fuerza a su contrabajo, y luego una lección magistral de batería y percusión a cargo de Mela y Abreu, que con una simple mirada se ceden el turno. Los dedos de Chucho volvieron a las teclas y los de Lovano a las llaves para despedir una velada que abre boca cara al Festival de Jazz de Málaga.
Fernando Morgado.
Diario Sur
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