A partir de ahí, Millet se convierte en activista de un tipo de humor todavía por catalogar. Al cruzar esa raya, Millet deviene en un héroe del absurdo, pero también en el representante de un humor capaz de hacer reír hacia dentro, método por el que te acabas asfixiando. Millet llega al borde de la Tierra (si lo tuviera) y continúa andando. No lo detiene nada ni nadie. Si le diera tiempo a ver la boda de sus nietos, volvería a hacer negocio, y no por necesidad, pues está forrado, sino por el afán de continuar una performance existencial a través de la cual alcanza el éxtasis. Millet es un místico de la estafa. No le interesa el valor del dinero, sino la orfebrería del complot preciso para obtenerlo. Es la pura esencia de la transgresión. Resulta injusto aplicarle las mismas leyes a las que estamos sometidas las personas vulgares. Es un poeta, un precursor, es la representación de un pensamiento económico de uñas largas y sucias. Muy largas y muy sucias. Claro que, a la vista del panorama de la corrupción patria, parece haber creado una escuela, el Milletismo, cuyo lema sería Sálvese quien pueda. Lo curioso es que la fundara un hombre que no tenía ninguna necesidad de que lo salvaran, porque con el sueldo y unos extras, y teniendo en cuenta que vivía gratis total, podría haberse pasado el día en una hamaca. Pero no. Veía a sus hijas crecer y se imaginaba la rentabilidad de los banquetes de boda. No dejaba de hacer números, pues el número es una de las vías hacia la trascendencia. Da lástima ver a ese artista entre los delincuentes comunes junto a los que se ve obligado a declarar.
Juan José Millas
Mas de JJ Millas en Aumor AQUI
No hay comentarios:
Publicar un comentario