jueves, 14 de abril de 2016

El Camino de Bendodo ... por Antonio Soler


En España existen más de ocho mil cien municipios, más de cuarenta diputaciones provinciales, no sé cuántos cabildos insulares y diecisiete autonomías, más los aparatos centrales del Estado. Mucha institución. Mucho presupuesto y mucha competencia solapada o directamente disputada entre una administración y otra. Ante ese amontonamiento institucional y burocrático, el ojo ha ido a ponerse en las diputaciones y su flaqueza operativa. Los defensores de esos organismos salen en defensa de los pequeños municipios, como si no hubiera otra posiblidad de supervivencia que la que depende de las diputaciones. Seguramente porque ningún alcalde de un pequeño pueblo quiera dejar de reproducir a escala mínima el esquema y las estructuras de los grandes municipios y porque las mancomunidades no tengan un marco de referencia y jerarquía en el que ampararse.

Refugio de enchufados, cementerio de elefantes o elefantitos, posada de políticos en tránsito. A las diputaciones las pintan de todos los colores e incluso se convierten, como ocurrió en las negociaciones del PSOE con Ciudadanos, en elementos de discordia, en una especie de calavera ante la que el Hamlet de la ciudadanía se pregunta sobre el sentido de su existencia, el ser o no ser de estos dinosaurios provinciales. Lejos de ese devaneo shakesperiano, Elías Bendodo sólo concibe la acción y el movimiento. Bendodo sabe que la duda es para filósofos o alcaldes con trasfondo melancólico. Él echó los dientes en el partido, se mueve a sus anchas por sus pasillos y cuando conviene se desplaza por los conductos del aire acondicionado sin mancharse la camisa. Cuentan que su ambición es la alcaldía malagueña. De la Torre, cuando se siente belicoso, practica el esgrima con él. Habla de la incomodidad que supone llevarlo de número dos en la lista y de cómo esa posición resta más que suma. Bendodo, por su parte, juega a los silencios o a la campechanía, según se tercie, y habla de 'las cosas de Paco'. Entre las cosas de Paco están los museos, las peatonalizaciones y la dignificación de una parte de la ciudad por más que se la coman literalmente las terrazas y el embudo de las mesas o esté sitiada por algún enclave más propio del Sarajevo de después de la guerra que de una ciudad medianamente de moda. En cualquier caso, Málaga se contempla más que nunca como esa ciudad paradisíaca-o semi paradisíaca- de la que habló Aleixandre. Y Bendodo quiere competir. Aupar la provincia a la altura de la capital. La rehabilitación del Caminito del Rey es su Pompidou, su Thyssen y su museo Ruso, una puesta de largo a base de vértigo de una parte olvidada de la provincia. Y para que la cosa no quede en una isla ahora se propone plantar un millón de árboles en cuatro años. Un cambio de paisaje, una provincia pulmón en medio de la desertización global que padecemos. Si lo consigue lo disfrutaremos todos y Bendodo habrá demostrado que las diputaciones sirven para algo. Por lo menos para convertirse en alcalde.

Antonio Soler . Diario Sur

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