domingo, 1 de mayo de 2016

España vive de milagro ... por Juan José Tellez

DEL 1 DE MAYO AL 26 DE JUNIO
Este Primero de Mayo, los sindicatos reclaman que los votantes de izquierdas no se queden en casa el próximo 26 de junio. Sería la única forma de amortiguar las encuestas que auguran una nueva y quizá abrumadora victoria de la derecha española. De ese y de otros milagros, versa mi artículo de hoy en Público. Feliz día del trabajo. Y de la madre.

A la vista de las últimas encuestas, cabañuelas y barómetros, queda claro que los españoles se emocionan con la macroeconomía y no le dan demasiada importancia a la pobreza energética. Se nos parte el corazón con el lacrimógeno video del octogésimo aniversario de Amancio Ortega, pero no nos parece preocupante el veintitantos por ciento de paro que nos sitúa entre los países que más crecen en desempleo y en PIB al mismo tiempo. En caso contrario, no se explicaría cómo a pesar de la corrupción y del beaterío, de las mordazas y de las estrecheces, de los copagos y de la poda de becas, el Partido Popular crezca incluso en intención de voto para las elecciones del 26 de junio.

El callejón de los milagros se cruza con el callejón del gato. Pedigüeños y robacarteras, esperpentos y monipodios, mesías y torquemadas, los charlatanes de feria hipnotizando a un país que ya no es analfabeto. Quieren que la campaña electoral sea corta cuando sus estigmas se aparecen a diario en la cotidiana piel de los televisores, emisoras y manchetas. Mariano Rajoy es como dios, porque está en todas partes aunque apenas se le ve. O se le escucha. Hay un larguísimo pentecostés de editoriales mediáticos que funcionan como si fueran el evangelio del Ibex 35. Y lo que va a misa es que nadie como nuestros conservadores para rescatar a la banca y que no le pidamos explicaciones; nadie como ellos para que aceptemos que son buenas las cláusulas suelo y que, en rigor, seguimos empobreciéndonos por encima de nuestras posibilidades.

La fe no atiende a razones pero a los peperos se les ha tenido que aparecer la virgen. Escriben derechos con renglones torcidos: un día intercambian quijotes y discursos con el soberanismo catalán y al otro día los llevan a los tribunales como los chicos del 27, que para embromar a Juan Ramón Jiménez le daban una cena de homenaje una noche y al día siguiente le colmaban de insultos.

El verdadero milagro del 26-J será, sin embargo, que acudan a las urnas para votar a los emergentes esa muchachada, engorilada desde las hogueras de San Juan del jueves anterior y el vamos a la playa, calienta el sol, chiribiribí, pom, pom, pom, pom. Los únicos que siguen teniendo fieles son los de Génova: haga cierzo o bonanza, levante o montanera, sea día de chuzos de punta o de sol de justicia, no bajará del 27 por ciento del electorado quien eche por la ranura la papeleta de los charranes. Los del PSOE, en cambio, hace tiempo que perdieron la fe, la esperanza y la caridad y no parece que San Pedro Sánchez vaya a ser especialmente milagrero. ¿Cómo va a hacerle caso Dios a sus oraciones si suelen ser agnósticos o ateos, aunque vean procesiones y vayan al rocío de tarde en tarde? El PP, en cambio, encarga una novena y la mismísima fiscalía protesta porque la policía haya detenido al ex alcalde de Granada, José Torres Hurtado, como si fuera un simple delegado de la consejería de Empleo, sospechoso de haberla cagado con los cursos de formación. Con un triduo, consiguen que el Supremo exculpe a la ex alcaldesa de Jerez, la por otra parte encomiable María José García Pelayo, de un pufo que tuvo lugar en Fitur y que se relaciona con la Gurtel: por la misma regla de tres, José Antonio Griñán y Manuel Chaves tendrían que haber salido ya limpios de polvo y paja del expolio de los ERE. O el concepto in vigilando ha desaparecido ya de nuestra jurisprudencia o los ángeles de la guarda y los abogados del PP son de mejor calidad que los de los socialistas. El consejero de Justicia de la Junta de Andalucía, Emilio de Llera, puso en solfa esta semana la independencia de los jueces, pero se arrepintió medio a tiempo de que lo quemasen por hereje —eppur si muove— en la hoguera de las tertulias.

Los mormones de Ciudadanos con ese cierto aire de eficientes repartidores de biblias y los testigos de Jehová de Podemos, con o sin Izquierda Unida, se llame como se llame, con o sin Iñigo Errejón o Alberto Garzón, ¿seguirán siendo trending topics o habrán pasado de moda de aquí a entonces? ¿Afectarán los exámenes finales de las universidades a esta recuperación de los comicios de diciembre? Todo apunta a que la izquierda toda suspenderá esta reválida y que tendremos por delante el purgatorio de otros cuatro años de García Margallo, Jorge Fernández Díaz, Luis de Guindos, María Dolores de Cospedal o, incluso, si cabe, la resurrección de Ruiz Gallardón, de Wert o de Javier Arenas.


España vive de milagro. Y sobrevive por las bienaventuranzas de amigos, allegados y postulantes de la caridad. Muerto y enterrado el estado del bienestar, nos quedan las dádivas, como las que regala el ministro Cristobal Montoro a las autonomías con el reparto del déficit, cuando acechan nuevas tijeras en el horizonte y nos aprestamos a elevar a los altares de las elecciones generales al mejor pregonero de la tómbola de la austeridad: ¿quién da menos, menos salario, menos trabajo y menos digno?

También será milagroso que los sindicatos logren reunir la muchedumbre que haría falta para que este 1 de mayo fuera un clamor y no un sermón en el desierto. El alto índice de ocupación hotelera del largo puente hace pensar que las pancartas serán sustituidas por bikinis y los megáfonos por el hilo musical del desayuno buffet. Sería un prodigio que alguien se atreviera a convocar una huelga general, con lo caras que cuestan en el descuento de las nóminas y cuando ya los sindicatos no estilan cajas de resistencia como antaño. Tampoco se animan a manifestarse si se tiene en cuenta que en las cárceles empieza a haber tantos sindicalistas como infractores del código de circulación. A este paso, tendremos que peregrinar a Fátima o a Lourdes para reclamar que nos devuelvan las libertades perdidas, los derechos sociales, el incremento de salarios en los convenios colectivos y otros pecados capitales.

El mayor prodigio de los tiempos que corren va a ser el levantamiento de los cargos contra la infanta Cristina de Borbón en el caso Noos. La providencial detención de los chantajistas de Ausbanc y de los fachas de Manos Limpias presumiblemente haga desaparecer su imputación y la sacarán del banquillo de los acusados con la misma presteza que desalojaron del Museo de Cera la efigie de Jaime de Marichalar. ¿Volverá a admitirla su real hermano en las cenas de Nochevieja? La Navidad, a fin de cuentas, es muy propicia a los portentos y las maravillas.

Y digo yo, ¿no será todo esto obra del Palmar de Troya? A medio camino entre Lázaro de Tormes y los Borgia, Clemente Domínguez Gómez y su abogado Manuel Alonso Corral emularon a Rinconete y Cortadillo hasta levantar una basílica que era una fuente inagotable de ingresos cuando cualquier millonetis preguntaba por qué no se había terminado todavía y Gregorio XVII (1978-2005) contestaba que faltaban unos pocos milloncejos, que aparecían de inmediato sobre las sagradas escrituras de un talón bancario. A la muerte de Clemente, le siguió su compinche de aventuras, bajo el nombre de Pedro II. La mitra de la Iglesia Palmariana la heredó otro carmelita de la Santa Faz, Sergio María, un ex militar de Murcia que acaba de colgar los hábitos y la tiara del papado que asumió como Grergorio XVIII por el único milagro plenamente contrastado, el del amor. Una mujer le ha llevado lejos del recinto donde, en otro tiempo, sus correligionarios se mutilaban los testículos para no escandalizar al ser supremo. Allí, ahora, Pedro III –un suizo llamado Joseph Odermatt—gobernará una secta que ha santificado a Francisco Franco, a Luis Carrero Blanco y a Isabel la Católica. Muy apropiada para la milagrosa España que, según todos los indicios, votará a un gobierno que cambió la Educación para la Ciudadanía por la religión como asignatura obligatoria y cuya ministra Fátima Báñez lleva pidiendo inútilmente la intercesión de la virgen del Rocío para acabar con el paro, desde que asumió su paradójica cartera de Trabajo. La crisis, decían con Voltaire, bien vale una misa. Y a ellos, al menos, su inmenso fervor les ha servido: no hay crisis interna o exterior que pueda con sus expectativas electorales.

Juan José Tellez

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