Oculta tras la noticia está parte de la verdad o la directa mentira. La posverdad se hace sitio a mitad de camino.
Es lo que la gente quiere creer que es verdadero No es que sea mentira, sino que no es exactamente cierto, pero lo parece. Los expertos en este neologismo anglosajón (post-truth) declarada ‘palabra del año’, según el Diccionario Oxford, explican que lo publicado no es más importante que la emocionalidad del receptor y sus propias convicciones asentadas en su mente, que se le impone frente a un titular de prensa. Es decir que la verdad importa menos que lo que se quiere creer. Tal vez sea una argucia de los calibrados analistas de los sondeos políticos para justificar sus desaciertos. Se han equivocado en los resultados finales del Brexit, en la inesperada victoria de Mr. Trump o en el NO rotundo de los colombianos al acuerdo torticero con las FARC.
En esos casos se trata de una metaverdad que nadie esperaba. La realidad es tozuda. El ejemplo más claro y contundente está en la Venezuela del Castro-Chavismo, donde un régimen autoritario se ha impuesto tras la cortina de los votos fraudulentos, que les da una pátina de democracia amañada. La verdad es que los venezolanos de a pie saben lo que la posverdad esconde.
Carlos Pérez Ariza
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