Foto: tiojimeno |
John Medeski piano y órgano
Will Bernard guitarra
Kirk Joseph Tuba
Terence Higgins bateria
El tecladista y su banda recurren a un jazz sin pausa para relatar la historia musical del sur de Estados Unidos
Fue una especie de huracán musical. Una escena sacada de un relato de Truman Capote situado donde a él más le gustaba: en un bar cualquiera de la Nueva Orleans de mitad del siglo XX. John Medeski y su excepcional banda saltaron ayer a las tablas del Cervantes dispuestos a no dejar ni un solo espacio para la fusión, sino que a través de los teclados y la improvisación aportaron al público –que volvió a llenar el teatro– una clase magistral de jazz.
Medeski llegó a Málaga bajo el paraguas de su proyecto personal, Mad Skillet, que como él mismo ha relatado nació de un espectáculo nocturno en la capital de Louisiana durante el Festival de Jazz de 2015. Entonces, aseguró, aquello fue como salir «dando patadas, gritando, riendo y llorando», enseñando la unión del profundo ‘groove’ de Nueva Orleans, recubierto de jazz, blues y rock psicodélico.
os miembros de la banda; el propio John Medeski (que además es teclista del trío Medeski, Martin & Wood), el músico, nativo de Nueva Orleans, Kirk Joseph (Dirty Dozen Band, Backyard Groove) y el baterista Terence Higgins (Dirty Dozen Band, Ani DiFranco) no se detuvieron en ningún momento. La música parecía que paraba hasta dejar un simple tambor para volver a arrancar de nuevo. Y el público, cómo no, se comportaba diferente que en el resto de propuestas de este Festival de Jazz de Málaga. Del silencio sepulcral de la bossa nova de Eliane Elias –que exige algo más de concentración– a los gritos, chiflidos y manos al aire de anoche. En esta ciudad gusta el jazz y de momento sus seguidores saben cómo enfrentarse a todas y cada una de sus variedades.
El sur de Estados Unidos, salvando las distancias, tiene mucho que ver con el papel que juega Andalucía en la cultura española. Nunca fue la zona más rica o más justa, pero sí la tierra en la que crecen las raíces de la cultura americana. Pese a esa sensación sureña que se notaba desde la primera tecla que tocó, Medeski creció en Ft.Lauderdale, Florida, y se formó en torno a la música clásica, aunque ya siendo adolescente tocaba música de Jaco Pastorius antes de ingresar en el Conservatorio de Nueva Inglaterra. En los últimos tiempos había lanzado en 2013 su primer disco en solitario, ‘A Different Time’, un álbum de piano. En alguna ocasión, el propio Medeski ha dicho de sus compañeros, Terence y Kirk, que son una gran sección rítmica, a la vez que clásicos, pero siempre listos para ir «en cualquier dirección que la música pida».
Pese a ser músicos con raíces profundas también están abiertos a la experimentación; un hecho que se palpaba anoche con los gestos que se hacían entre ellos. El teclista –oculto por el piano de cola a un lado y el órgano al otro– decidía sobre la marcha en qué momento quería darle un cambio a la sesión. Inesperado; siguiendo la manera en la que el público se comportaba para no desentonar. Un lujo mantenido en el tiempo en el que ninguno de ellos quería pararse a descansar, en el que incluso el propio Medeski se ponía de pie para aporrear con más fuerza los teclados, haciéndonos creer que inventaba el jazz en ese preciso momento, en un bar cualquiera de Nueva Orleans.
Will Bernard guitarra
Kirk Joseph Tuba
Terence Higgins bateria
El tecladista y su banda recurren a un jazz sin pausa para relatar la historia musical del sur de Estados Unidos
Fue una especie de huracán musical. Una escena sacada de un relato de Truman Capote situado donde a él más le gustaba: en un bar cualquiera de la Nueva Orleans de mitad del siglo XX. John Medeski y su excepcional banda saltaron ayer a las tablas del Cervantes dispuestos a no dejar ni un solo espacio para la fusión, sino que a través de los teclados y la improvisación aportaron al público –que volvió a llenar el teatro– una clase magistral de jazz.
Medeski llegó a Málaga bajo el paraguas de su proyecto personal, Mad Skillet, que como él mismo ha relatado nació de un espectáculo nocturno en la capital de Louisiana durante el Festival de Jazz de 2015. Entonces, aseguró, aquello fue como salir «dando patadas, gritando, riendo y llorando», enseñando la unión del profundo ‘groove’ de Nueva Orleans, recubierto de jazz, blues y rock psicodélico.
os miembros de la banda; el propio John Medeski (que además es teclista del trío Medeski, Martin & Wood), el músico, nativo de Nueva Orleans, Kirk Joseph (Dirty Dozen Band, Backyard Groove) y el baterista Terence Higgins (Dirty Dozen Band, Ani DiFranco) no se detuvieron en ningún momento. La música parecía que paraba hasta dejar un simple tambor para volver a arrancar de nuevo. Y el público, cómo no, se comportaba diferente que en el resto de propuestas de este Festival de Jazz de Málaga. Del silencio sepulcral de la bossa nova de Eliane Elias –que exige algo más de concentración– a los gritos, chiflidos y manos al aire de anoche. En esta ciudad gusta el jazz y de momento sus seguidores saben cómo enfrentarse a todas y cada una de sus variedades.
El sur de Estados Unidos, salvando las distancias, tiene mucho que ver con el papel que juega Andalucía en la cultura española. Nunca fue la zona más rica o más justa, pero sí la tierra en la que crecen las raíces de la cultura americana. Pese a esa sensación sureña que se notaba desde la primera tecla que tocó, Medeski creció en Ft.Lauderdale, Florida, y se formó en torno a la música clásica, aunque ya siendo adolescente tocaba música de Jaco Pastorius antes de ingresar en el Conservatorio de Nueva Inglaterra. En los últimos tiempos había lanzado en 2013 su primer disco en solitario, ‘A Different Time’, un álbum de piano. En alguna ocasión, el propio Medeski ha dicho de sus compañeros, Terence y Kirk, que son una gran sección rítmica, a la vez que clásicos, pero siempre listos para ir «en cualquier dirección que la música pida».
Pese a ser músicos con raíces profundas también están abiertos a la experimentación; un hecho que se palpaba anoche con los gestos que se hacían entre ellos. El teclista –oculto por el piano de cola a un lado y el órgano al otro– decidía sobre la marcha en qué momento quería darle un cambio a la sesión. Inesperado; siguiendo la manera en la que el público se comportaba para no desentonar. Un lujo mantenido en el tiempo en el que ninguno de ellos quería pararse a descansar, en el que incluso el propio Medeski se ponía de pie para aporrear con más fuerza los teclados, haciéndonos creer que inventaba el jazz en ese preciso momento, en un bar cualquiera de Nueva Orleans.
No hay comentarios:
Publicar un comentario