En una noche oscura, con ansias, en traiciones inflamada, ¡oh dichosa ventura!, salió sin ser notada, estando ya su formación política abandonada, Marta Rovira de Villadiego.
La cobardía es la patria común de los padres del secesionismo catalán. La debilidad enfermiza de los políticos independentistas, que con su bravuconería llevaron al abismo a los ciudadanos, pasará a los libros de Historia como ejemplo de una de las señas de identidad del nuevo 'pijobuenismo' secesionista. Con la huida nocturna de Marta Rovira de Villadiego, que se suma a las de sus compañeros encabezados por el poco honorable Puigdemont, entendemos y valoramos la fortaleza de los principios que los sostienen a todos.
Esta semana hemos asistido estupefactos a los hechos que se estaban dando en relación con el desafío secesionista catalán. Nadie podía entender que desde la Fiscalía del Estado se trabajara, en contra de la opinión de los fiscales, para facilitar la excarcelación del exconsejero de Interior catalán, Joaquím Forn. A ojos de muchos, la intención no era otra que la de facilitar la conformación de un nuevo gobierno catalán desde instancias gubernamentales. No podía ser verdad que uno de los políticos decisivos en el desafío antidemocrático pudiera salir de la cárcel por motivos de poca relevancia procesal como era un antecedente médico de poco calado. Gracias a las instancias judiciales no se pudo conseguir tan descabellado objetivo, tan político y maricomplejín. A esta buena noticia le siguió el debate de investidura apresurado en el parlamento catalán para elegir al triste Jordi Turrull. Sin que nadie del gobierno y la oposición, supieran los movimientos en la sombra del independentismo, nos encontrábamos de nuevo ante una situación kafkiana: elegir antes de ser detenido a un diputado como presidente de la Generalidad. La pesadilla no se hizo real gracias a una CUP que parece que era la única formación que contaba con información de todo lo que iba a ocurrir este pasado viernes: el ingreso en prisión incondicional de los únicos procesados por el delito de rebelión que no estaban aún en la cárcel de forma preventiva o fugados. Es verdad que los 'cuperos' se sienten estafados en la intimidad por su Anna Heidi Gabriel y tampoco quieren correr con la misma suerte que los anteriormente citados.
La carta de despedida de Marta Rovira de Villadiego es un relato que conjuga la caradura y la cobardía a partes iguales y que ha dejado sin palabras a los verborreicos Tardá y Rufián que inician su semana de pasión sin más cirio que el del ridículo.
JOSÉ ANTONIO TRUJILLO
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