Lo más seguro es que primeramente tantees el terreno, zigzagueando la mirada a diestro y siniestro, para ver si localizas más primates de tu tribu, de cuántas armas disponen, si su argumentario es fundado o fundamentado, o si por el contrario se deslavaza y hace aguas o, lo que es peor, dispone de una traca de vulgaridades y palabrotas que pueden enturbiar claramente la velada. El alcohol va haciendo su efecto. De los besos y efusivos abrazos de rigor que todos nos damos a la llegada, vamos pasando a ebrias miradas de soslayo, ni tan siquiera sobrias, pues ahí en frente te ha tocado al que te sonrojó hace dos años en público, y el de más allá realizó un inoportuno comentario de tu mujer, aunque ahora ya no te importa demasiado porque se trata en esos momentos de tu ex. Pero se la tienes guardada. Así pues, zarandearás al pusilánime, al apocado y al que siempre dice 'sí'. Es el muñeco de trapo al que usan como saco de boxeo. Tú no vas a ser menos. Total, si no empiezas tú ridiculizándolo lo va a hacer otro. El bullying no solo se produce en los colegios, que no te enteras, señor adulto.
Así que, cuando parece que la conversación languidece, vas y sueltas: «Otro pringao que ha votado a VOX» y lo miras fijamente, con sorna, porque sabes que no te va a responder, se va a limitar a sonreír y a bajar la cabeza. Sabes perfectamente que nunca vota, pero es la única manera de iniciar la traca.
Casi al instante te arrepientes porque la trifulca estalla y todos los rencores que han estado hibernando durante un año se desatan en forma de látigos, ultrajes, agravios y baldones. Es una pena que primos y hermanos, tíos, sobrinos, yernos, hijas, padres y madres, cuñados y cuñadas, rompan definitivamente sus relaciones por culpa de un voto. Por un lado, te alegras porque no sabes cómo quitarte de encima a ese que tanta tirria le tienes, aunque sea tu cuñado, total, a tu mujer ya la has domesticado para que piense como tú. No pasa nada. Ya no tendrás que soportar esas llamadas intempestivas o esos compromisos domingueros para ir de barbacoa, cuando lo único que te interesa es estar tumbado en el sofá haciendo zapping.
Ahí prosiguen todos. Seguramente sea, al fin, la última Nochevieja que paséis juntos. Esgrimen los argumentos que han escuchado a sus líderes y lideresas en la radio o en la TV, o quizás lo han leído en FB o lo han escuchado en la radio, sin informarse previamente acerca de los bulos y las burlas.
Son como estadistas y expertos en los vaivenes políticos, unos han aprendido en la SER, otros en la COPE, la Sexta o Trece TV. Parece que empuñan, son casi calcados, los mismos argumentos que blanden los colaboradores. Siempre hay alguno que se pone en plan Belén Esteban para realizar alguna sinopsis aproximada, y todos ríen durante ese momento distendido. Sigues bebiendo ese excelente Tinto Gran Reserva que te han servido varias veces y en tu cabeza bailan los gritos y los susurros de Bergman: «Ya estábamos hartos de tanta corrupción. Ha vuelto el fascismo. Lo ha ido creando Podemos, incluso algunos votos de estos se han ido a la extrema derecha. Pedrito flirtea con los independentistas. Pablo Iglesias, abanderado de la izquierda, es un fascista reprimido. Quieren romper España. Vamos a dar un paso atrás en derechos y libertades. Renace el franquismo. Estaba hasta el coño/ los cojones del mamoneo de la Junta. Ahora el PP se dedicará a robar en Andalucía, a España ya la ha arruinado. Los podemitas tratan con golpistas y terroristas. Aquel escupitajo se quedó corto. El facherío de España es inaguantable. De Rivera no te fíes, pacta hasta con el diablo. El valle de los caídos lo van a poner en Antequera…».
Ya no sabes si reír o llorar. Acabas de amargarle la cena de Nochevieja a toda la familia. «Que no se te olvide que tienes que sellar el paro pasado mañana y deja de echarle la culpa a los pobres inmigrantes», te comenta tu abnegada esposa
Jose Luís Raya
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