lunes, 5 de diciembre de 2016

Que bien ... por Juan Francisco Gutierrez

Raphael siempre está a la última y por eso sigue siendo aquel, o sea el primero. El cantante ha encargado su nuevo disco a artistas jóvenes y punteros del rock y del pop. 'Infinitos bailes' toma el título de un tema escrito por Mikel Izal. El viernes pasado, o sea antes del diluvio universal, Izal y su grupo cantaron en Málaga. Y sin ser yo avezado 'indie', la curiosidad y los amigos tendenciosos me convencieron para esta intrépida experiencia. «También cantarán los Sidonie», me prometieron. «Ajam», pensé yo. Total, que me lié la manta a la cabeza, es un decir, y me enfundé, otro decir, en unos vaqueros nada 'trendy'. Y me planté junto a otras cuatro mil personas en el 'Málaga Auditorium Club', más conocido entre mi quinta como el Palacio de Ferias.
El sagaz Fernando Morgado ha escrito para SUR la crónica oficial, donde habla del «público más adulto que también acudió a la llamada». Qué elegancia la suya al no adjetivar nuestros 'outfits'. Y qué sapiencia experta al explicarnos la sorpresa del éxito fulgurante de Izal, que allí constaté como neófito. Sus canciones son himnos, suenan a himnos y se corean como himnos. De modo que en ese ambiente coral pude zafarme pronto de mi tonto pánico práctico de sentirme fuera de sitio: había desde concejales a delegados de la Junta; desde periodistas 'runners' a profes de Secundaria. Todo el ecumenismo de la Málaga moderna o que aspira a ello, bajo el mismo techo. Todos esperando el diluvio, convocados ante la emergencia musical. Todos plácidos, ingrávidos; tan espléndidos que hasta pagábamos rondas; tan románticos que hasta hicimos falsos 'playbacks' de coplas que ahora buscamos en 'Spotify'. Hay una Málaga que se descose y enfanga cada vez que llueve; hay otra que se suma a la ola de cualquier evento dinámico. Y más si hay gente guapeada, caña de regalo y hasta Jarrillo Lata como teloneros. Para colmo vendían camisetas con un verso-joya de Izal («Todos a la mierda, sobre todo tú»), a doce euros la pieza. Qué moderna manera de perder las formas, qué pureta forma de perder las maneras.

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