La Semana Santa de 2017 ha marcado un récord histórico en Málaga en lo que a los datos turísticos se refiere: la ocupación hotelera ha estado en un 93% de media, con picos durante el fin de semana de 97,5% de ocupación. Málaga estaba llena; si aquí hacen falta más plazas de hotel que venga Dios y nos lo diga. En el aeropuerto se ha registrado una cifra también superior a las de otros años: 718.542 pasajeros. Y por supuesto las cosas han ido estupendamente bien en la hostelería, donde entre unas cosas y otras, entre cañas y tapas ha habido un aumento del 10%. Desde luego que ha ayudado, y mucho, el buen tiempo que ha acompañado a las procesiones, combinando un acogedor binomio de tronos y ‘after sun’ que sólo es posible en lugares paradisíacos como el nuestro. Resulta entonces que todo está tan bien planeado y se pone tanta ilusión y tantos medios que, hoy día, para que las procesiones sean un éxito, sólo necesitamos que haga buen tiempo. Todo esto es una noticia excelente para Málaga. Y además se ha resuelto casi sin incidentes.
Decimos ‘casi’ por dos únicas cuestiones. La estampida que se produjo en la procesión de El Cautivo en su paso por Carretería abrió el martes todos los informativos nacionales, entre otras cosas porque fue grabado y hubo algunas imágenes de carnaza. Pero es normal que en semejantes aglomeraciones y con la gente a flor de piel puedan producirse tumultos, aunque uno también piensa que hay veces que por más que la ciudad se ponga culta y museística, la Málaga merdellona se abre paso e impone su ley de vez en cuando.
El desbarajuste de la liberación del preso del Rico tampoco estuvo falto de cizaña. Al final da la impresión de que la responsabilidad está disuelta como la homeopatía en una cadena de errores que sale de la cofradía y termina en el Consejo de Ministros con la rara complicidad de Zoido, cofrade hasta la médula. La visita de la ministra de Defensa juega a nuestro favor para que podamos decirlo: la liberación del preso se producirá ‘en diferido’.
La Semana Santa no sólo estuvo caldeada por el sol. En el hervidero de las redes cayó alguna polémica por ejemplo por la pasión de los políticos por tocar campanas; algunas muestras de omnipresencia en los varales han sido curiosos pero también cercanos a lo ridículo. Otra cuestión, puede que más gorda, estuvo motivada por tres o cuatro artículos en medios nacionales en los que se habla del respeto a los que no son semanasanteros, textos que han provocado insultos, demostrando precisamente aquello que se pretende denunciar. En Málaga hay que dar por hecho que a quien no les guste tiene que aguantarse durante una semana. No queda más opción. Otra cosa es el inusitado número de traslados que copan el resto del año, que algunas semanas se cuentan a pares. Que yo recuerde antes no había traslados, pero ahora todo el mundo parece haberlo asumido con una tranquilidad que me parece inquietante.
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