sábado, 15 de abril de 2017

Autobuses que vuelan ... por Txema Martín

Las aerolíneas tienen que dejar de tratar a los pasajeros como si fueran ganado. Ni por motivos de seguridad, pero mucho menos por cuestiones tan lejanas a la decencia como haber vendido billetes de más confiando en que alguien perderá el vuelo. La sobreventa es costumbre en Estados Unidos y solucionan el conflicto a la americana, es decir, con el dinero por delante. En este caso, 800 dólares y una noche de hotel, además de una reubicación en el vuelo del día siguiente, pero el pasajero rechazó la oferta porque tenía que atender a unos pacientes. El doctor David Dao, pese a un oscuro pasado que le relaciona con el tráfico de analgésicos, se ha convertido en nuestro último gran héroe.

Un héroe que ahora estudia demandas con dos dientes menos y una fractura de nariz. El vídeo en el que aparece siendo arrastrado de su asiento, que rápidamente se ha hecho viral y ha dado varias veces la vuelta al mundo, es todo un símbolo de resistencia, un mito audiovisual tan potente como la foto del hombre frente a un tanque en las protestas de Tiananmen. Puede que su actuación resulte algo sobreactuada (ese final repitiendo «mátenme» es brutal), pero lo peor del vídeo también reside en las caras horrorizadas del resto de pasajeros, paralizados por su propia indefensión.

Debo confesar cierto alivio al comprobar que estas cosas pasan fuera de España. Aquí tenemos para nosotros las cosas de Adif y Renfe. El 25.º aniversario del AVE Madrid-Sevilla se celebró con un fallo eléctrico que ha provocado retrasos en los trenes a Andalucía en plena Semana Santa. Unos días antes, Europa había desautorizado el uso de la marca AVE porque la reclamación no estaba escrita en inglés, cosa también digna de varias reflexiones que no vienen al caso. Lo del Cercanías a Marbella es clamoroso. Lo peor de todo es que, si se cumplen los planes de privatizar o bien de ‘liberalizar la red ferroviaria’, van a cargarse también las ventajas de viajar en tren.


Pero no perdamos el vuelo. Habrá pocas empresas que se permitan tratar tan mal a sus clientes como las aerolíneas. En Europa, donde el espacio aéreo está dominado por el bajo coste, se les ha tenido que poner límites. No los suficientes, porque la experiencia de volar, desde que llegas al aeropuerto hasta que sales del siguiente, es tremenda. Los aviones son autobuses que vuelan y que planean sobre el cutrerío y la bajeza. La obsesión de las compañías por ahorrar espacio resulta humillante: nos obliga a tener contacto físico con personas desconocidas sin que nos apetezca. Los que medimos más de 1,70 ni siquiera podemos sentarnos rectos. Ya hay prototipos de aeronaves con los pasajeros de pie. La mejor manera de coger un avión hoy día es ir borracho, fumado o con orfidales. Es fantástico poder volar a Inglaterra por menos de cien euros, pero eso no les da derecho a machacar nuestra dignidad.
Txema Martín

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