Resulta comprometido cortar del todo durante una hora una calle como ésa. La mitad de Alcazabilla con vallas y el lateral ajardinado con una línea de precinto. En Málaga siempre se ha sabido esperar y pasar en su momento de un lado a otro de una procesión –mucho más cuando se cuenta con la ayuda de la Policía Local–, avanzar bordeándola o pegándose a los laterales entre la gente que la mira y la pared de los edificios o construcciones que hacen de cierre. Incluso donde hay sillas, buscando ´escapar´ por calles aledañas cuando se hace necesario. Por eso, como suele suceder cuando se intentan poner puertas al mar, a medida que la espera se hacía interminable e iban quedando atrás las seis y las siete menos cuarto de la tarde del lunes, ya en la calle la bonita imagen del Coronado de espinas, algunos comenzaron a saltar el murete sobre la considerable altura del conjunto arqueológico con el riesgo que eso conlleva. Al enfrentarse a pleno sol a ese pequeño río de gente de toda condición, edad y procedencia, a la policía no le quedó otra que ir señalando en sentido contrario para que subieran por la callecita aledaña, hacia donde fueron caminando paralelos a las vallas y las personas que se apoyaban en ellas, hasta sortear el bloqueo girando hacia la zona ajardinada que delimita la espalda del Museo Picasso y volviendo a retomar su camino interrumpido de manera tan excesiva como quizá innecesaria.
El pobre anciano, aleccionado por lo que sucedía pero impedido para dar el salto, sencillamente levantó con su mano el precinto que limitaba la zona en la que estábamos, sin dejar de agarrarme el brazo con su otra mano, hasta que, algo temeroso, se soltó sin mirarme y siguió a la improvisada comitiva.
Yo me quedé hasta ver salir a la Virgen de Gracia y Esperanza, embelesado con la música de la banda y del entrechocar de las largas morilleras de su palio...
Domi Del Postigo
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