Como suele suceder, la rectificación ha pasado mucho más inadvertida que el texto rectificado, y es de justicia, sobre todo para quienes conocemos bien al coronel Sánchez Corbí y hemos trabajado durante dos años codo a codo con él en la redacción del libro, hacer constar que jamás, ni aun en privado, le hemos oído hacer semejante equiparación (que tampoco se hace, por cierto, a lo largo de las más de quinientas páginas de la obra). En un país proclive a ajusticiar sumarísimamente a cualquiera a las primeras de cambio, con razón y sin ella, es importante aclarar estas cosas y, ya que estamos, puede servir para una reflexión que vaya más allá. Como dice la transcripción rectificada de la entrevista, los «malos» fueron «los etarras, los batasunos y quienes los aplaudían». Es un hecho no sólo objetivo, sino declarado por la justicia, que acabó ilegalizando a Batasuna con el respaldo jurídico del mismísimo Tribunal de Estrasburgo.
Nadie ha pretendido extender más allá, nunca, el perímetro de la acusación. Quienes estaban de más en nuestra convivencia democrática eran quienes se autorizaban a creer que el homicidio era una herramienta válida de propaganda política. Ahí no ha estado nunca el PNV, por fortuna, aunque en algún momento mantuviera actitudes o ensayara estrategias que cabe criticar, por cuanto pudieron suministrar oxígeno a los terroristas (algo de lo que por cierto, y así se cuenta en el libro, no estuvo exento ni siquiera el propio Estado). En todo caso, eso es el pasado, que ha de recordarse, y contarse, y generar controversia, claro está, porque nunca hubo, ni habrá, un relato pacífico de la Historia. Lo que importa, hoy, es que esos malos quedaron superados: ya nadie aspira a vencer al adversario político asesinándolo.
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