sábado, 26 de noviembre de 2016

Galeano Flamenco ... por Juan José Tellez

Fotos: Tiojimeno
Anoche pudimos asistir en el Auditorio del Museo Picasso al espectáculo "Galeano Flamenco" en el que el escritor y periodista Juan José Tellez seleccionó textos del  uruguayo Eduardo Galeano   compartiendo escenario con Carmen de la Jara , Jaime de la Isla a la Guitarra y Diego Montoya a las palmas.
Tellez dejó clara la pasión por el flamenco de Galeano y de  su viuda  Helena Villagra con la que había contactado para seleccionar los textos que les ofrecemos en AUMOR:


JUAN JOSE TELLEZ : "Galeano Flamenco"
Seguro que a Eduardo Galeano le hubiera gustado estar aquí y ahora, esta noche. Sin embargo, quizá hubiera preferido que hoy fuera 8 de abril y poder decir limpiamente, como en su libro “Hijos de los días”:
Hoy murió, en 1973, Pablo Diego José Francisco de Paula Juan Nepomuceno María de los Remedios Cipriano de la Santísima Trinidad Ruiz y Picasso, más conocido como Pablo Picasso.
Había nacido en 1881. Y se ve que le gustó, porque siguió naciendo.


CARMEN DE LA JARA CANTA UNA SAETA


A Galeano, ese uruguayo de siempre al que mató el siglo XXI, le gustaban las saetas. Llevaba años sin oír ninguna cuando, a punto de un verano en Cádiz, se lo pidió a Carmen de la Jara. Deambulábamos por esa ciudad enmascarada, que a él le gustaba porque era paseable como Montevideo. Era de madrugada y Helena y Eduardo se quedaron boquiabiertos cuando Carmen se detuvo en mitad de la calle San Francisco para interpretar un par de saetas, ante los oídos atónitos de una ciudad durmiente.
Galeano era creyente, aunque creyese más en la humanidad y en la naturaleza que en dioses de cualquier credo. Pero sentía cierta simpatía por ese tal Jesucristo, torturado por el poder político de su tiempo. Lo dejó escrito en algunos comentarios. Por ejemplo_
Un día como hoy del año 33, día más, día menos, Jesús de Nazaret murió en la cruz.
Sus jueces lo condenaron por incitación a la idolatría, blasfemias y superstición abominable.
Unos siglos después, los indios de las Américas y los herejes de Europa fueron condenados por esos mismos crímenes, exactamente los mismos, y en nombre de Jesús de Nazaret se les aplicó castigo de azote, horca o fuego.


CARMEN DE LA JARA CANTA UNAS GUAJIRAS
Pero estábamos en Cádiz, como les decía. Una noche de hace diez años. En Cádiz, la ciudad que le descubrió su amigo Fernando Quiñones, que en gran medida también le descubrió el flamenco. Algunas de las letras que acaba de cantar Carmen fueron escritas por aquel poeta, narrador, extravagante y extraordinario ciudadano que, como la sabiduría cantaora, salía desde abajo para ascender a las mayores cimas de la belleza. Seguro que Quiñones le cantó alguna vez las coplas de Luis El Mula.




LUIS El Mula tenía
ay Pedro Romero—
una cabeza diminuta y larga
sobre unos hombros inacabables
como un higo de tuna encima de una cómoda.
Luis El Mula peleó en el mar
a brazo limpio con una corvina
de un metro y más. El pez estaba enfermo
o aturdido. Lo avizoramos
lejos, desde la playa. Luis corrió
al mar y media hora después, sangrientamente
arañado, feliz, algo mordido,
volvió con su corvina a las espaldas
(la cola le arrastraba por la arena).
Luis EL Mula me defendió, y a Antonio
Lloret, contra ocho o diez en la Lonja Chica.
Lo estábamos pasando fatal cuando escuchamos
el cloc-cloc de sus botos de madera
y en seguida el chocar de tres o cuatro
cabezas empujadas fácil, graciosamente por
un solo manotazo de Luis.
Las cajas de 100 kilos volaban por el aire.
Luis El Mula, también en el Muelle
Pesquero, boxeó un día de broma
con Hinestrosa —ay Pedro Romero—,
profesional muy fino que lo echó
al suelo casi antes de empezar.
Contra los adoquines y la nieve salada
daba susto la cara de Luis que ni se lo creía.
Hinestrosa huyó a todo correr.
«¡No corras, cabrón, ven p’acá!»,
voceaba Luis doblando con las manos
una tira de hierro entre
divertido y lloroso, «¡no corras!».
Luis El Mula en Jerez de la Frontera
(a 50 kms entonces)
y cuando peor andaban las postbélicas hambres
tuvo una amiga rica. El mayordomo
le ponía un pollo por la mañana
y Luis se lo comía en la cama
y otrosí sendos pollos
de almuerzo y cena: en diez o doce días
se comió el gallinero y volvió a Cádiz.
Luis El Mula fue amigo de uno
y quien me presentó a Eduarda,
esbelta rubita calentísima,
quien me ayudó a limpiar cajas y cajas de cabezas
de merluza y a aprovechar cachetes y cocochas,
quien me daba tabaco algunas veces.
Luis El Mula tenía
cinco ternos, siete corbatas
y una chaqueta espó.
Pero Luis El Mula se aburría, se aburría y se fue.
Pero Luis El Mula murió en el puente de Brookiyn, Nueva York,
tiroteado por la policía.


CARMEN DE LA JARA CANTA UNAS ALEGRÍAS
Eduardo Galeano ya había probado el veneno del flamenco al otro lado del mar, pero le sedujo a este lado del Atlántico cuando el exilio le trajo a las calles de Barcelona o a las de Morón de la Frontera, donde reinaba todavía la guitarra de Diego el del Gastor. Hasta allí les llevó un poeta andaluz, Julio Vélez, al que reconoció como cómplice aquella noche que nunca olvidaría: “Un día, en una isla frente a las costas del África, yo conocí al poeta que solo odia a la muerte cuando la piensa en los demás”.
El poeta, hijo del cante flamenco y de César Vallejo, anda pasos y palabras entre su sol y su sombra, por los laberintos del alma y de Andalucía y el mundo, y mientras va nos descubre las luces que nacen de adentro y las lluvias que llueven desde la tierra al cielo”.
Jamás olvidaré la noche que conocí a Julio Vélez.
Fue en Canarias, en un congreso de escritores españoles y latinoamericanos.
Esa noche, asistimos a un recital que nos ofrecieron los poetas andaluces.
Fue muy intenso, y con momentos de alta poesía, pero se alargaba demasiado y yo tuve la sensación, quizás injusta, de que faltaba magia y sobraban las palabras.
No podía cometer la grosería de irme, pero confieso que sentí la tentación.
Y entonces, apareció Julito.
Recitó un poema de dos versos:

Sólo odio a la muerte
Cuando la pienso en vosotros.

Eso fue todo, y para mi gusto fue lo más.
Así que me quedé hasta el final, esperando que el recital terminara, para dar un abrazo al autor de esos dos versos tan llenos de alma, y decirle, como le dije:
-Quiero ser tu amigo.
Y eso fue, eso fuimos, a lo largo de los días y los años, desde aquella noche hasta el maldito día en que la muerte se lo llevó.
Se lo llevó, es un decir.
En mis adentros quedó, intacto.


Los pasajeros


A través de los campos y los tiempos, marchaba el tren desde Sevilla hacia Morón de la Frontera.Y a través de la ventana, el poeta Julio Vélez contemplaba, con ojos cansados, las arboledas y las casas que huían en ráfagas, mientras su memoria deambulaba por las geografías y los años.
Sentado frente a Julio, iba un turista. El turista quería practicar su dificultosa lengua castellana, pero Julio andaba quién sabe por donde, buscando alguna certeza que se le había ido, alguna palabra o mujer que se le había perdido.


-¿Usted es andaluz? -preguntó el turista.
Julio, ausente, asintió.
Y el turista, intrigado, insistió:
-Pero si es andaluz, ¿por qué está triste?


SOLO DEL TOCAOR, COMO CAMA PARA LA VOZ DE TELLEZ


(VOLVERÉ A MORÓN)


Volveré a Morón.
Pasearemos por la Alameda,
haremos, de vez en cuando, una pintada
con pájaros y mariposas,
y seguiremos creyendo en la revolución,
haciéndola cada día más adentro.


Volveré a la raíz
y hablaré con los hijos de los hijos de mis amigos
de poesía y flamenco. De vino y del tiempo
por venir. Bailaremos
por la noche entre perros solitarios
que moverán el rabo después del beso.


Volveré a Morón. A principio de la cal
y la rabia. De la fiesta y la sombra.
Al atardecer pasearemos por la Alameda.


Volveré a Morón para arrojar todas
las llaves inservibles y entregar
a mis amigos la que lleve escrita
tu nombre. Poesía:
Árbol de relámpagos que ilumina
la oscuridad del silencio.


Julio Vélez


CARMEN DE LA JARA CANTA MALAGUEÑA Y VERDIAL


TELLEZ:


Cuando afino el oído escucho
músicas que vienen de muy lejos,
del pasado, de otros tiempos,
de horas que ya no son,
y de vidas que ya no están.
Quizá las vidas nuestras
están hechas de música.
En el día de la resurrección,
mis ojos se abrirán nuevamente en Sevilla.
(De Boabdil, último rey de la España musulmana)


En realidad, más bien era un texto de Al mutamid, el rey poeta de Sevilla. En Sevilla y en Jerez, Eduardo Galeano siguió cruzándose con el flamenco, desde alguna que otra Bienal a una noche en el tablao de Los Gallos. Su vocación flamenca la describe Roberto López Belloso, quien aseguraba que “la música es un ingrediente más a la hora de la cena en una casa donde hace años que se saltea el almuerzo. Desayunos abundantes y cenas distendidas con buena música de fondo. Para eso están los discos de jazz, como los de Chet Baker, la música brasileña, y sobre todo su colección de flamenco”.
Cada uno de esos surcos está asociado a una vivencia en Andalucía, cuna de varios de sus afectos españoles. Galeano —que ya era amigo del periodista andaluz Jesús Quintero, “el Perro Verde”— conoció en un festival de poesía en Gran Canaria, en 1976, al poeta Julio Vélez, de Morón de la Frontera. Lo escuchó leer un poema que decía: “Sólo temo a la muerte cuando la pienso en vosotros”, y pensó: “Con éste, tenemos que ser amigos”.
Vélez lo llevó a Sevilla. Ahí le presentó a Paco Lira, dueño de La Carbonería, centro de la bohemia sevillana, y nació otra amistad igual de intensa y duradera.
Una vez estábamos por ir a Andalucía —recuerda Helena— y le digo: “Du, me parece que este año es la Bienal de Flamenco”.
No, no creo.
Vamos a preguntarle a Jesús —dice ahora Helena, sentada junto a la mesa del comedor de su casa de Montevideo, reconstruyendo el diálogo de años atrás.
Le escribimos —a Jesús Quintero, el “Perro Verde”— y nos contesta enseguida.
Sí, claro que sí, coño, venid, os espero, que hay cosas buenas —cuenta Helena, imitándolo, antes de volver al presente.
Imaginate, era como ir con el rey de Sevilla.
El centro geográfico de esos viajes era La Carbonería. Desde ahí partían en excursiones surrealistas guiados por Paco Lira (“que murió hace años, un amigo que nos quiso y que quisimos”), por Jesús Quintero y por el poeta Julio Vélez. Una de esas procesiones los llevó a la casa de la tía Juana del Pipa, cerca de Jerez de la Frontera.
Íbamos seis, ocho personas, en Andalucía todo es multitud. Llegamos y ahí se va el yerno payo de la tía Juana a traer pescaíto para todos. Esa cosa generosa que tienen los andaluces. Enseguida aparece con un papel de estraza desbordante de pescaíto y lo pone ahí en el medio para que todos se sirvan con el vino. La tía Juana sentada a un costado, con una nieta en la falda. Y de repente empieza despacito, y se va irguiendo de la silla y ese taponcito gordito empezó a bailar con ese duende que tenía, y se hizo la magia. Fue tan fuerte que salimos y yo me ahogué de llorar. Eduardo me abrazaba en el coche y yo sólo lloraba y lloraba.
CARMEN DE LA JARA CANTA MILONGA DE PEPA ORO
Helena era y es Helena Villagra, su tercera esposa. En el prólogo del libro "Los sueños de Helena", él dijo de ella: "Helena me humilla cada mañana, a la hora del desayuno, contándome sus sueños prodigiosos (…) Mientras ella cuenta, yo bebo mi café en silencio. Más me vale callar. Los pocos sueños míos que consigo recordar son de una bochornosa estupidez. Para vengarme, escribo los sueños que ella vuela”.
El también soñaba. Con desparecidos, por ejemplo:


Desaparecidos: los muertos sin tumba, las tumbas sin nombre.
Y también:
los bosques nativos,
las estrellas en la noche de las ciudades,
el aroma de las flores,
el sabor de las frutas,
las cartas escritas a mano,
los viejos cafés donde había tiempo para perder el tiempo,
el fútbol de la calle,
el derecho a caminar,
el derecho a respirar,
los empleos seguros,
las jubilaciones seguras,
las casas sin rejas,
las puertas sin cerradura,
el sentido comunitario
y el sentido común.


O los nadie, los mismos que crearon el flamenco. Los nadie, desde la nada. O desde el mestizaje, porque él creía que “el cante jondo resultó de la mezcla de música gitana, melodías árabes y cantos hebreos”.
Sueñan las pulgas con comprarse un perro y sueñan los na-
dies con salir de pobres, que algún mágico día llueva de pronto
la buena suerte, que llueva a cántaros la buena suerte; pero la
buena suerte no llueve ayer, ni hoy, ni mañana, ni nunca, ni en
lloviznita cae del cielo la buena suerte, por mucho que los na-
dies la llamen y aunque les pique la mano izquierda, o se le-
vanten con el pie derecho, o empiecen el año cambiando de
escoba.
Los nadies: los hijos de nadie, los dueños de nada.
Los nadies: los ningunos, los ninguneados, corriendo la
Liebre, muriendo la vida, jodidos, rejodidos:
Que no son, aunque sean.
Que no hablan idiomas, sino dialectos.
Que no hacen arte, sino artesanía.
Que no practican cultura, sino folklore.
Que no son seres humanos, sino recursos humanos.
Que no tienen cara, sino brazos.
Que no tienen nombre, sino número.
Que no figuran en la historia universal, sino en la crónica
Roja de la prensa local.
Los nadies, que cuestan menos que la bala que los mata.


Y entre los nadie, los gitanos. “Hitler creía que la plaga gitana era una amenaza, y no estaba solo.
Desde hace siglos, muchos han creído y siguen creyendo que esta raza de origen oscuro y oscuro color lleva el crimen en la sangre: siempre malditos, vagabundos sin más casa que el camino, violadores de doncellas y cerraduras, manos brujas para la navaja y el cuchillo.
En una sola noche de agosto de 1944, dos mil ochocientos noventa y siete gitanos, mujeres, niños, hombres, se hicieron humo en las cámaras de gas de Auschwitz.
Una cuarta parte de los gitanos de Europa fue aniquilada en esos años.
Por ellos, ¿quién preguntó?”


CARMEN DE LA JARA CANTA CARCELERAS


A Eduardo Galeano le apasionaban los Machado. Especialmente, el padre de los poetas.
En el año 1881 –escribió--, Antonio Machado y Álvarez puso el punto final a su antología de cantes flamencos, novecientas coplas del canto gitano de Andalucía:
Eran sosas en lo antiguo
todas las olas del mar,
pero escupió mi morena
y se volvieron salás.
Tienen las que son morenas
un mirar tan a lo extraño,
que matan en una hora
más que la muerte en un año.
El día que tú naciste
cayó un pedazo de cielo.
Hasta que tú no te mueras
no se tapará el agujero.
Y se publicó el libro, que fue recibido con desdén. El cante jondo era digno de desprecio, por ser gitano. Pero por ser gitanas, las coplas llevan la música adentro, en sus palmas y en sus pies.
Alberto Barrera ya le escuchó hablar de Demófilo en una conferencia que Galeano pronunció en Cáceres, allá por 1987


Se ve que sos un desgraciao
Por cómo andás.
Das un paso p´alante,
Te vas p´atrás


Una noche hace años escuché esta copla. La escuché en algún fogón del norte de nuestro país. Después descubrí que era una copla gitana. Con ligeras variantes había sido recogida hace un siglo por don Antonio Machado y Alvarez, revelador de poesía y padre de poetas.
La copla me vino a la cabeza en estos días, mientras buscaba una frase elocuente para abrir el discurso que estoy leyendo sobre los andares y desandares de la democracia en América Latina. Y con la copla me vino a la memoria don Antonio, que predicó y practicó la democratización de la cultura, y nos enseñó que las voces del pueblo, voces que el pueblo crea y convida, ilustran al historiador, enseñan al crítico, educan al artista y advierten al político.


Para que veas los mundos del mundo, cambia tus ojos.
Para que los pájaros escuchen tu canto, cambia tu garganta.
Eso dicen, eso saben, los antiguos sabios nacidos en las fuentes del río Orinoco.


"En la pared de una fonda de Madrid, hay un cartel que dice: Prohibido el cante.
En la pared del aeropuerto de Río de Janeiro, hay un cartel que dice: Prohibido jugar con los carritos porta-valijas.
O SEA: TODAVIA HAY GENTE QUE CANTA, TODAVÍA HAY GENTE QUE JUEGA.


Ventana sobre el miedo


El hambre desayuna miedo.
El miedo al silencio aturde las calles.
El miedo amenaza.º
Si usted ama, tendrá sida.
Si fuma, tendrá cáncer.
Si respira, tendrá contaminación.
Si bebe, tendrá accidentes.
Si come, tendrá colesterol.
Si habla, tendrá desempleo.
Si camina, tendrá violencia.
Si piensa, tendrá angustia.
Si duda, tendrá locura.
Si siente, tendrá soledad.


SOLO DE GUITARRA PARA MONOLOGO TELLEZ


Ojalá


Ojalá seamos dignos de tu desesperada esperanza.

Ojalá podamos tener el coraje de estar solos y la valentía de arriesgarnos a estar juntos, porque de nada sirve un diente fuera de la boca, ni un dedo fuera de la mano.

Ojalá podamos ser desobedientes, cada vez que recibimos órdenes que humillan nuestra conciencia o violan nuestro sentido común.

Ojalá podamos ser tan porfiados para seguir creyendo, contra toda evidencia, que la condición humana vale la pena, porque hemos sido mal hechos, pero no estamos terminados.

Ojalá podamos ser capaces de seguir caminando los caminos del viento, a pesar de las caídas y las traiciones y las derrotas, porque la historia continúa, más allá de nosotros, y cuando ella dice adiós, está diciendo: hasta luego.

Ojalá podamos mantener viva la certeza de que es posible ser compatriota y contemporáneo de todo aquel que viva animado por la voluntad de justicia y la voluntad de belleza, nazca donde nazca y viva cuando viva, porque no tienen fronteras los mapas del alma ni del tiempo.




CARMEN DE LA JARA CANTA VOLVER


TELLEZ:
Eduardo Galeano está pero ya no está. Quizá porque nunca dejó que sus amadas gitanas le leyeran el destino, como cuenta en su Carta al señor futuro


"... Estimado señor Futuro, 
De mi mayor consideración: 

Le estoy escribiendo esta carta para pedirle un favor. Usted sabrá disculpar la molestia. 
No, no tema, no es que quiera conocerlo. Ha de ser usted un señor muy solicitado, habrá tanta gente que querrá tener el gusto, pero yo no. Cuando alguna gitana me atrapa la mano, para leerme el porvenir, salgo corriendo a la disparada antes de que ella pueda cometer semejante crueldad. 
Y sin embargo usted, misterioso señor, es la promesa que nuestros pasos persiguen queriendo sentido y destino. Y es este mundo, este mundo y no otro mundo, el lugar donde usted nos espera. A mí, y a los muchos que no creemos en los dioses que nos prometen otras vidas en los lejanísimos hoteles del Más Allá. 
Y ahí está el problema, señor Futuro. Nos estamos quedando sin mundo. Los violentos lo patean, como si fuera una pelota. Juegan con él los señores de la guerra, como si fuera una granada de mano; y los voraces lo exprimen, como si fuera un limón. A este paso, me temo, más temprano que tarde el mundo podría no ser más que una piedra muerta girando en el espacio, sin tierra, sin agua, sin aire y sin alma. 
De eso se trata, señor Futuro. Yo le pido, nosotros le pedimos, que no se deje desalojar. Para estar, para ser, necesitamos que usted siga estando, que usted siga siendo. Que usted nos ayude a defender su casa, que es la casa del tiempo. 
Háganos esa gauchada, por favor. A nosotros y a los otros: a los otros que vendrán después, si tenemos después. 
Lo saluda atentamente, 
Un terrestre..."
CARMEN DE LA JARA CANTA BULERIAS DE LA PERLA

Pd de Tiojimeno : Por ahí hemos oido algo de un probable disco flamenco con textos de Galeano que se prepara en Granada . 
A ver si es verdad.















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