jueves, 21 de febrero de 2019

Ben Clark: «Los poetas somos los fontaneros del desagüe social»

FOTO: Tiojimeno


El autor ibicenco, afincado en Málaga desde hace un año, presenta hoy 'Armisticio', la reedición de dos de sus libros junto a una selección de poemas publicados en la última década en revistas y antologías

A veces le gustaría vivir fuera de los libros, juntar en un hatillo las palabras y regalar «la curva de mi espalda, mis bolígrafos, / el impreciso sueño de la gloria, / la implacable derrota de mi olvido». Pero Ben Clark (Ibiza, 1984) echa ahora la vista atrás para rescatar los poemas de 'Memoría' y 'La mezcla confusa', reeditados por Sloper en 'Armisticio', el libro que hoy presenta en Áncora a las 19 horas. El poeta ibicenco, afincado en Málaga desde hace un año, ajusta cuentas con su pasado reciente en este desarme que también incluye poemas publicados en la última década en revistas y antologías, versos que «sólo desean un poco de silencio para recordar a los caídos y la compañía amable de alguien que sepa escuchar».

-Tiene 34 años y ya reedita libros. ¿Ha escrito por encima de sus posibilidades?
-En España se edita mucho, pero es un arma de doble filo porque provoca que la vida de los libros sea muy efímera. Poemarios con sólo diez años resultan difíciles de encontrar o pertenecen a editoriales que ya no existen. En este caso había un afán de conservar los poemas de 'Memoría' y 'La mezcla confusa', de que ese material no se perdiera.
-Esa labor de recuperación se remonta a 2008, en pleno estallido de la crisis. ¿Cómo afectó a los poetas? ¿Resulta literariamente provechoso tanto desconcierto?
-Es provechoso para la producción. Todas las crisis, sean económicas, de pareja o de paz, implican una reflexión. En este libro hay un poema titulado TAE. Otros hablan sobre el proceso de escritura en un contexto precario. Pero las crisis también sirven para limpiar aquello que sea más superficial, menos comprometido con la creación. Hubo una burbuja cultural y gente que surfeaba en ella. Modestia aparte, quienes hemos seguido ahí y no nos hemos dedicado a otra cosa, salvo a algunos trabajos para pagar facturas, tenemos un compromiso real con esto. Y eso pasa factura: muchas veces no hemos tenido un duro, pero por lo menos nos queda la dignidad de haber escrito en tiempos de crisis.
-Nació en Ibiza, tiene orígenes británicos y es hijo «de los hippies de la isla». ¿Cómo influye eso?
-Me gusta que haga referencia a ese verso. Es un guiño a 'Los hijos de los hijos de la ira'. Hablo de la idea, creo que perdida, de un paraíso natural donde las normas del capitalismo no están presentes. La sociedad ha abandonado la búsqueda de ese lugar ideal donde el intercambio económico no sea lo más fundamental.
-En un poema sentencia: «No hay nada más inútil que escribir». Pero luego, refiriéndose a un amigo muerto, escribe: «Ya sólo nos queda este poema». ¿Cómo se reivindica la poesía en la época de la rentabilidad y la inmediatez?
-La poesía es el testimonio de lo que nos hace humanos. No sirve para nada pero, a la vez, es capaz de contenerlo absolutamente todo. Por eso tiene un papel fundamental a la hora de enfrentarnos a situaciones límite, como la precariedad o la muerte. Los poemas son cápsulas de tiempo y emoción, espacios a veces muy pequeños donde quedan encerradas cosas que, de otro modo, hubieran desaparecido.
-Sigo citando versos suyos: «Para volver a ser los que creían / nuestros padres que éramos». De su generación se ha dicho que es la más formada de la historia. ¿Es también la más decepcionante?
-Creo que estamos muy bien preparados en ciertos aspectos, pero ha habido una formación deficiente en tal vez lo más importante: la capacidad de lidiar con los conflictos y las adversidades de la vida, eso que ahora llaman inteligencia emocional. No, no creo que seamos una generación decepcionante, sino una generación que ha tenido que enfrentarse a una realidad que no estaba prevista. Nos diseñaron para funcionar en un sistema donde el dinero siguiera fluyendo, en medio de un crecimiento imparable. Pero un coche deportivo sin gasolina no puede decepcionarte por no arrancar. Ahora tenemos que demostrar que tenemos mucho que decir, aunque haya que reinventar el motor.
-¿Por dónde pasa esa reinvención?
-Por reducir nuestras expectativas frente a lo que deberíamos ser. No tenemos que imponernos un modelo de vida que ya está obsoleto, basado en la acumulación. Hay que regresar al humanismo. Por ejemplo, dejar de ver los viajes como una acumulación de fotos en redes sociales, sino como experiencias que pueden transformarnos. Estamos en un punto de inflexión donde las decisiones que tomemos serán fundamentales. Y la felicidad tiene que obtenerse a través de experiencias pequeñas, sostenibles y verdaderas, sin postureo.
-«Extrapolar la vida de la tinta / y salir a la calle a ser un hombre / más, un hombre feliz, a poder ser». ¿Cómo consigue ese objetivo un poeta?
-Nadie se ha preguntado nunca si es feliz el chamán de la tribu. Los poetas, en cierta forma, debemos actuar como médiums entre esta sociedad desastrosa hacia la que parece que estamos abocados y la posibilidad de ofrecer una visión más cercana a las emociones, a lo que puede salvarnos. Somos los fontaneros de este desagüe social.
-Ha sido capaz de imaginar a Lorca «con ciento veinte años / y ni una sola bala». ¿Va por ahí esa visión?
-Esas tragedias, como el asesinato de Lorca o la muerte exiliada de Antonio Machado, de la que ahora van a cumplirse ochenta años, no son tan lejanas. Sirven como ejemplos de un desprecio hondo hacia el humanismo. La cultura no es un adorno, sino una forma de hacer que nuestra vida tenga sentido. Los regímenes totalitarios, en su sentido más amplio, desprecian la cultura porque nos hace más libres y más fuertes.
-¿«Se pudren nuestros corazones» mientras enviamos emoticonos por Whatsapp?
-Estamos sacrificando el valor de la palabra, aunque suene pomposo y abstracto. Nos estamos comunicando a través de imágenes o gifs, que yo utilizo y me parecen divertidísimos, pero estamos perdiendo la profundidad de la conversación. Hay parejas que se forman o rompen por WhatsApp. La pantalla del teléfono está creando una barrera entre nosotros y quienes realmente somos.
-¿Tenemos un muro en nuestras manos?
-Sí, creo que el muro de Trump está delante de nosotros...
-«No se liga, repito, no se liga / en absoluto con la poesía». ¿Es una advertencia o prefiere ahuyentar a la competencia?
-Si alguien quiere ligar, que consiga una guitarra. La poesía sirve para muchas cosas, pero no para ligar (risas).
-Se fue de Ibiza por la subida de los alquileres. No sé si Málaga era la mejor opción... ¿Se ha arrepentido?
-Para nada. Mi pareja y yo estamos muy contentos. Seguimos impresionados con el ambiente cultural y con la presencia de artistas multidisciplinares que nos parecen interesantísimos, aunque estaría bien ver un centro sin tantas franquicias. Y debo decir que no me considero malagueño, sino paleño (risas).

ALBERTO GÓMEZ 
DIARIO SUR

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