Se ha clausurado hace pocas fechas el 'XX Festival de Málaga. Cine en español'. La ciudad ha vivido, haré la fácil broma, unas jornadas de película y bastaba ver la entrada del Málaga Palacio, querido Jorge, y la del Cervantes y la del Albeniz y la del Echegaray y, sobre todo, el ambiente de la calle para sentirse muy bien con aquella iniciativa del Ayuntamiento de hace dos décadas que, como en el tango: «Que veinte años no es nada».
Este año se ha producido un cambio lingüístico mínimo en tamaño y enorme en su significado. El Festival consiguió tras mucho esfuerzo y profesionalidad ser el ágora anual del cine de España, entendiéndola en sentido geográfico porque por la pantalla han pasado filmes en las lenguas de la nación.
Permanecer y mejorar exige imaginación e inquietud y así ha sucedido. Si me pongo cursi diré que el paradigma se ha ampliado y si hablo con normalidad diré que el horizonte de ha ampliado.
Durante días el Festival ha sido la noticia más repetida en los medios de comunicación y el futuro se presenta esperanzador
La preposición 'en', lo mismo que la 'a' tiene valores temporales y espaciales; en este caso se emplea para indicar el idioma en el que se habla: Cine hablado en español y un sonido nos abre un mundo cientos de millones de hablantes. Comprenderá el lector avisado que para un filólogo, como el que esto escribe, ha sido un gozo escuchar diferentes acentos de la lengua común a la hora de entregar los premios.
No es materia lingüística pero no puedo dejar de valorar de manera positiva el nivel de las secciones y películas presentadas; lo mismo que hay que felicitar al Museo Ruso, querido José María, abierto. Me recordó una copa en la Frick Collection de Nueva York con Yoko Ono como invitada y también una con Woody Allen en el Instituto Cervantes.
Durante días el Festival ha sido la noticia más repetida en los medios de comunicación y el futuro se presenta esperanzador: ¡lo que puede hacer una sencilla preposición!
En estos días Idígoras en las páginas de SUR ha dibujado una viñeta que me parece magistral desde todos los puntos de vista. El tema es un mito literario y cinematográfico: Drácula. El conde transilvano, criatura de Bram Stoker, es un icono del que se han hecho toda suerte de versiones para la pantalla.
En la escena, el conde está a punto de morder la apetitosa vena de la bella joven que sucumbirá al placer del mordisco. Entre los dos personajes se produce un breve diálogo, cuyo núcleo es la forma: «Muerde, vieo», que el conde entiende en sentido literal y no en el significado empleado en Málaga: observar, fijarse, estar pendiente.
Dos colegas ven pasar un coche tuneado, -en estos tiempos hay que tener cuidado con los ejemplos- y uno le dice al otro guiñando el ojo: ¡Muerde, vieo! Ni el amigo es viejo ni tiene que morder la chapa del vehículo. La viñeta es todo un hallazgo: cine y lenguaje local, todo presidido por el humor. No se puede pedir más.
Ya que estoy en esta senda seguiré por ella con otras frases frecuentes en esta Málaga nuestra y en otros lugares, que los hablantes consideran como propias. La joven, a la que por coherencia, llamaré Mina, recibe el mordisco que la lleva al orgasmo; si le preguntaran en ese momento qué opina del conde, seguramente diría: «¡Es mu perita!». Existe en español una estructura «perita en dulce» que se usaba para alabar la belleza de la mujer en aquellos tiempos de feroz machismo en los que existía una cosa deleznable llamada piropo. La estructura amplió su significado para destacar lo agradable, fácil y beneficioso de algo. En el caso de Mina hay que entenderlo en este sentido de algo bueno. ¡Un buen mordisco es mu perita!
El conde se sació de sangre joven y se quedó como si hubiera corrido la maratón, se «quedó guasnío» o «guarnío»; es decir, se quedó agotado y cansado.
Las palabras y las cerezas van juntas y unas tiran de las otras. Lo mismo sucede con las frases. Es interesante comprobar que zapatilla tiene un sentido más amplio que tenis; que es más restrictivo. No obstante, en Málaga, la palabra tenis ha ocupado la casilla, de modo que aquí todos son tenis.
Es muy difícil determinar qué palabras son específicas de una zona geográfica, suelen coincidir; es el caso de léxico que los malagueños y los gaditanos consideran propio y que, en realidad, es compartido; así, en el puerto de Málaga y en el de Cádiz se «estaba al aliquindoi» para que no se produjeran hurtos en las mercancías. Es calco del inglés.
¡Pelleo, que eres un pelleo! Estamos en Antequera, ¡vago, que eres un vago! Recalamos en Algeciras y encuentro 'mebli' para designar canica. En La Zubia, Granada, me ha hecho gracia: «Folletá campestre»; es decir, tontería dicha por un campesino.
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