lunes, 27 de enero de 2020

Prohibido Enseñar Algo Útil ... por Ana Barreles

Hace unos días asistí a un taller de apenas un par de horas de duración para tener nociones básicas de reanimación cardiopulmonar (RCP), seguramente lo más importante que he aprendido en los últimos años. No porque me haya hecho una experta en medicina intensiva, claro, sino porque conociendo una técnica bastante simple puedes salvar una vida, una frase que a fuerza de oírla a lo mejor suena a palabras que se dicen sin más. Pero cuando te recuerdan que los 8 minutos de media que tarda en llegar una ambulancia para atender a una persona a la que se le ha parado el corazón supone la muerte si no hay alguien allí que realice la RCP esa frase va cobrando sentido, porque los infartos, ahogamientos o atragantamientos no suelen pasar cuando estamos en un hospital rodeados de especialistas.

He hecho ocho cursos de EGB, cuatro años de BUP, cinco de licenciatura y dos de doctorado, en los que ha habido de todo y, además de aprender cosas importantes y/o interesantes, también ha habido otras de escaso valor y ninguna utilidad práctica. Fui a cientos de visitas, tuve un montón de actividades complementarias y extraescolares de lo más diverso, pero a nadie se le ocurrió jamás hablarme de primeros auxilios. Y la cosa sigue igual: España es uno de los pocos países europeos en el que los niños no aprenden la RCP en el colegio. Sin embargo, no se oyen muchas voces reclamando que eso cambie y se haga obligatorio ya.

Bueno ni de eso ni de un montón de cosas menos trascendentales, pero que todo el mundo va a usar en la vida. Por alguna razón que no entiendo enseñar cosas domésticas útiles está poco valorado, aunque seamos unos inútiles totales. Así que cuando muy joven me fui a vivir sola aprendí que nadie me iba a decir lo que había que hacer en casa, sino que era yo la que tenía que pensar qué hacía falta y ponerme a ello. Descubrí que planificar qué comer, comprar y cocinar puede ser un auténtico rollo cuando has vivido en una casa en la que te lo hacían y que con las cuatro cosas que sabía prepararme, no iba a ninguna parte, que para hacer la colada sin estropicios hay que saber alguna cosa básica, coser no sólo es necesario para las abuelas, que lo de llegar a final de mes no era algo que ocurriera automáticamente, sino que tenía que ajustar los números, que para moverme por la vida tenía que espabilarme porque no todo el mundo hacía lo que se supone que debería hacer y que da igual lo tímido que seas: a veces hay que preguntar cuarenta veces algo que te deberían contar a la primera, quejarte o reclamar para que te hagan caso o respeten tus derechos, que hay mucho tontilisto aprovechado por ahí suelto.

Hay cosas que te enseña tu familia y otras la experiencia, pero muchas podrían aprenderse en el colegio, aunque luego cada uno perfeccione la técnica.

Aquí preferimos crear problemas inexistentes, como el del pin parental, y debatir sobre ello o sobre cualquier otra cosa superflua. Y así nos va.

Ana Barreles

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