El Este de la ciudad de Málaga carga con la fama de ser un feliz
conglomerado de barrios privilegiados y zonas pijas pero la realidad es
que hay temporadas en las que no ganamos para disgustos. La noche que
pasamos durante la tromba de agua de la madrugada del domingo fue
dramática y estuvo marcada además por el factor sorpresa. Aquí tiene que
haber alguna circunstancia quizás orográfica que impida el acierto en
la previsión meteorológica. Eso o hay alguien en la Agencia Estatal de
Meteorología que nos tiene tirria, ya que la noche de la tromba nos
habría pillado prevenidos si nos hubieran advertido de la posibilidad de
que nos cayera hielo del tamaño suficiente como para hacerse unos
gintonics mientras que el asfalto se hundía y la playa volvía a
desaparecer, como ocurre cada vez que sopla el viento en la ciudad.
Que Málaga no está preparada para la lluvia es una certeza labrada
mediante la experiencia; la reflexión tiene su componente de ridiculez,
ya que siempre que llueve nos pasa lo mismo. Cabría preguntarse si
además el centro de la ciudad, esa bendita almendra, es el lugar más
adecuado para albergar una cumbre hispano francesa. Cuando todavía
estábamos achicando agua, dando partes al seguro y cuantificando la
magnitud de la tragedia, el lunes nos recibía con la típica anormalidad
de una ciudad entregada a los sobresaltos. La tromba dejó más de 3.000
afectados y unos nueve millones de euros en daños, pero el efecto
emocional que provocaron los atascos de la visita de Hollande a Málaga
ha sido incalculable.
Hay gente que la tacha de inútil, pero la impresión es que la
minicumbre de ayer resultó eficaz en su capacidad para guillotinar
cualquier plan profesional o de ocio que incluyera algún desplazamiento
en coche durante todo el día. Quien esto suscribe estuvo más de una hora
atrapado con su coche, contemplando a ambos lados los efectos del
temporal y mezclado en la indignación del resto del personal, que lejos
de exclamar 'Oh, là là' o de tararear La Marsellesa prefirió inclinarse
por fantasear sobre Robespierre, o por lo menos imaginarse que en
cualquier momento podríamos reinterpretar el plano secuencia con el que
arranca 'La la land', en el que un atasco motiva una divertidísima
coreografía.
Aventurarse varias veces a la semana al análisis de la actualidad
malagueña es en sí una inspiración porque aquí siempre pasan cosas,
algunas buenas, otras malas, casi todas con sonidos de corneta de fondo.
Llevamos ya un tiempo deambulando emocionalmente en un estado de
continua desproporción entre las violencia meteorológica, los
carnavales, la iluminación (que ha permanecido milagrosamente intacta)
y, ayer, por si todo esto fuera poco, una cumbre amenizada por la legión
que terminó de sumergir en la parálisis y en el caos no sólo a la zona
Este, que a mí me pilla más cerca, sino a toda la ciudad entera. Estamos
muy intrigados. ¿Qué será lo siguiente?
Txema Martín .
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