Ayer Correa, Conde, Bárcenas, Roca. Hoy Urdangarin, Torres y el bochorno de la infanta. Mañana quizás Rato, o Chaves y Griñán ya señalados por la audiencia sevillana y con cita en el banquillo. Madera para el invierno, troncos secos con los que alimentar la chimenea. A quién va a importarle que ayer fueran parte indispensable del paisaje y tuvieran copas que, según decían, rozaban el cielo. Siempre habrá bosque, siempre habrá verdor. Mañana, aquí mismo, en Málaga, se reúne lo más florido de España y Francia. La Tricolor lucirá al lado de nuestro emblema. El himno que llevó al pueblo a su máxima conquista y acompañó la carreta de la guillotina sonará como un hermoso canto a la libertad. Las comadres que al compás de la Marsellesa tricotaban mientras veían rodar cabezas son hoy tertulianos que con la misma ferocidad tejen su media, una tela de araña con la que envolver a la audiencia.
Robespierres de circunstancias, jacobinos improvisados. En el viejo calendario de la revolución este sería el mes Pluvioso. Y esta la hora de la carreta. Por suerte, aquello quedó atrás. La guillotina ahora es un meme o un twit. La moraleja sangrienta del pasado es hoy una hidra con ciento cuarenta caracteres que no cesan de reproducirse. El juez Castro se muestra decepcionado. La infanta ha sido rebajada a la condición de mujer florero. Isabel Pantoja, a su pesar, tuvo un trato de ciudadana posterior a la conquista de los derechos del hombre (y de la mujer). El fiscal Horrach, siempre dispuesto a ingerir el brebaje que puntualmente lo convierte en el doctor Jeckyll para la infanta y en Hyde para su marido, avisa que puede haber riesgo de fuga y se inclina porque el antiguo príncipe azul sea llevado inmediatamente a galeras. Un viento frío cruza el bosque y desde lejos trae un eco demasiado conocido. La música de las sierras eléctricas y el cántico de los leñadores a sueldo.
Antonio Soler
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