domingo, 29 de diciembre de 2019

Año Viejo ... Por Antonio Soler


Se va el año y como siempre ahí quedan las estampas de los últimos trescientos sesenta y cinco días. Notre Dame en llamas y Barcelona también. Solo que lo de París eran llamas místicas y las de Barcelona la candela de los basureros. El arte y la política de los vertederos confundidos por el fuego. Eso ocurre todos los años. Esa confusión. Luego vienen los historiadores pacientes, talentosos, y rastreando las cenizas de los viejos fuegos nos cuentan sus orígenes y sus categorías. Ahora todo es eso, confusión y olor a quemado. Todavía vamos pisando la alfombra raída del año que se va, todavía los ecos de los pirómanos urbanos, de los hooligans y los Cojos Mantecas del nuevo milenio -con sus muletas virtuales y su twitter- se confunden con las voces.

Los arqueólogos desentrañarán este caos. Interpretarán las palabras y también los silencios. Rufián, ese espadachín que en vez de sable usa cachiporra, dictaminó la noche del 24, mientras el rey aún estaba hablando, que su discurso era un mitin de Vox. Capitán Centella este Rufián que tachó a Puigdemont de Judas del Ampurdán y que ya no lleva impresoras al Congreso pero negocia en morse con el PSOE. Judas ya no es Judas sino un hombre de Estado, de República, y Torra alguien a quien hay que restituirle el honor para luego merendárselo en unas elecciones catalanas, catalanistas y otra vez plebiscitarias. Como egiptólogos, con salakov de metacrilato, o de lo que entonces se lleve, desentrañarán los arqueólogos el jeroglífico sordo de las negociaciones esquerro-socialistas. Ese silencio presidencial. Ese hurto a la democracia con el que Pedro Sánchez deja pasar esta Navidad. Por estar en funciones, nos ha dicho por señas. La funcionalidad es mudez. Materia de equilibrista. Opacidad. Misterio.


El presidente funcional quería un Gobierno para el día de los Santos Inocentes. Ahora su deseo es que se lo traigan los Reyes. Está escribiendo la carta a medias con Rufián, pero no les acaba de salir, no se acaban de poner de acuerdo en qué debe ir primero, si el incienso, el oro o la mirra. En lo que sí están de acuerdo es en que la Abogacía del Estado firme la carta. La Navidad es eso, pedir y no parar. Lo que querían los de Vox para el día de los Inocentes era una misa por los bebés abortados. Así conmemoraban la matanza de Herodes y de paso sacaban unos adeptos más en Andalucía, porque proyectaban hacer la misa en Gelves, Sevilla. El Gobierno del más allá, quieren los de Vox. Y el de más acá aunque sea promoviendo el voto de los abortados, o el de sus ángeles custodios. Una misa por los nonatos de 2019, por esos nuevos habitantes del limbo asesinados por el Frente Popular de las Clínicas Abortistas. El arzobispado de Sevilla prohibió la performance. La Iglesia no quiere que las llamas del infierno y el algodón del cielo sean permanente materia electoral. Ya tuvieron demasiado con el desalojo de Franco. Al menos los curas quieren despedir el año en paz. Algo es algo.
Antonio Soler


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