viernes, 14 de febrero de 2020

Cangrejos ... Por Antonio Soler


No confundir el porvenir con el pasado. No pretender gobernar hacia adelante y hacia atrás en una estrategia de cangrejo

Nuestro Gobierno se reúne en una finca toledana para alimentar la sinergia personal y formar un conglomerado ministerial que redundará en beneficio de todos nosotros. De modo que el paseo en vaqueros y zapatos deportivos, además de mostrarnos a nuestros gobernantes como realmente son una vez despojados del uniforme, es una especie de plan quinquenal pero informal. Se trataba de una vía de conocimiento, han dejado claro los participantes en estas jornadas de convivencia con olor a catequesis.

Los devotos de Podemos ya no se preguntan por el costo económico que ese retiro espiritual le supone a los jubilados, a los autónomos -que por cierto llevan toda la vida con los minutos del café y el cigarrillo descontados de su gotero salarial-, a la legión de los parados. Podemos es el tigre domesticado, y su líder, antes mesiánico, ahora es un gato faldero que aprovecha la menor ocasión para restregarse contra las piernas de su jefe. La perilla se le espuma de baba cada vez que dice «El Presidente. Lo que el Presidente me dice, lo que el Presidente y yo vamos a hacer». Lo que antes era casta ahora es colegueo. Vallecas es el sueño juvenil y desvanecido de un romántico que quería asaltar el cielo con una pértiga fabricada con los hilos virginales del misticismo.


Pero todo se da por bueno si de la convivencia surge una acción reparadora que corrija los abusos de los poderosos y las desigualdades sociales que la crisis contribuyó a ahondar. Es lo que se espera de un gobierno de izquierdas por mucho que tenga un zapato -y los cordones del otro- metidos en el cepo independentista. Medidas como la subida del salario mínimo o el proyecto de eutanasia para quienes deseen acogerse a una muerte condireada por ellos como digna. Afrontar el cambio climático, mayor protagonismo en una UE necesitada de una metamorfosis que acabe de romper su fase de crisálida. Progreso, futuro. Y no confundir el porvenir con el pasado. No pretender gobernar hacia adelante y hacia atrás en una estrategia de cangrejo. Salvar esa tentación que lleva a hacer política con la historia. El proyecto de considerar delito la apología del franquismo, además de entrar en un terreno ambigüo con la libertad de expresión, tiene que ver con esa tetación de gobernar mirando por el retrovisor. Tratando de solucionar el presente y asfaltando los caminos del pasado en un ejercicio imposible. Aunque la ideología del comunismo persiguiera un sentimiento de igualdad muy por encima de la miseria fascista, su práctica se convirtió en una monstruosidad. ¿Habría que considerar delito que se hable bien de Stalin?.
  Antonio Soler


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