Quizá andemos desmemoriados, pero no recuerdo que aquí hayamos celebrado la fiesta de los muertos de una manera tan emocionada. Hemos cambiado en nuestra heráldica la hospitalidad por la hostelería, así que toda la oferta de ocio se ha volcado con muchas ganas en la festividad. Ha ocurrido en todo el país, pero aquí tenemos una forma especial de hacer las cosas. Dicho de otra manera, nos apuntamos a cualquier batalla ante el más mínimo indicio de bombardeo. Además de la oferta de los templos del ocio, anoche se pudieron hacer algunas cosas chulas como realizar una visita teatralizada en la finca de La Concepción, y otras un poco más místicas y temerarias como participar en una gymkana nocturna en el Cementerio Inglés. Los museos municipales han pasado de largo, sólo les faltaría eso; la última medida desesperada para atraer visitantes. El único que ha sucumbido ha sido uno de nuestros favoritos, el Museo del Automóvil, que celebró el sábado su jornada 'Un museo de miedo' (no es broma). La ubicación es excelente porque, hasta ahora, lo más parecido que hemos tenido a un Halloween institucional fue el pasaje del terror del Museo de las Gemas, con la imagen concreta de su gerente, el señor Fulgencio Alcaraz, viviendo en el palacio de Tabacalera, presumiblemente solo y en batín.
Por otro lado, resulta sorprendente que esta ciudad no haya celebrado Holywins o 'La Santidad vence', que no es un capítulo de 'La guerra de las galaxias' sino la alternativa católica a esta fiesta, pagana como ella sola y probablemente pecaminosa. En la tele ya han salido madres muy creyentes que han vestido a sus hijos de santos y a sus hijas de monjitas, ignorando que hay divinas santidades capaces de dar más miedo que algunos villanos de las sagas de terror. Tampoco parece que tengan que venir los católicos a aguar las fiestas a nadie. Al fin y al cabo, el mismísimo Jesucristo se convirtió al tercer día en el primer muerto viviente del que se tiene constancia. Soy de la opinión de que debemos dejar a la gente que se divierta mientras pueda hacerlo y no haga daño a nadie, dando rienda suelta a ese temible transformista que todos llevamos dentro. Es sólo por un día, así que qué más da.
Txema Martin
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