sábado, 3 de junio de 2017

Prohibido Fijar Invaders ... por Txema Martín

El último enano que le ha crecido al CAC es una gitanilla vestida de rojo y hecha con mosaicos que un artista urbano ha pegado en una de las paredes del Palacio Episcopal.Esta es una de las casi treinta instalaciones que Invader ha realizado en nuestro espacio urbano, igual que ha hecho por cierto en casi setenta ciudades de todo el mundo. En Málaga no ha sido la única obra que ha ido a parar a un BIC, pero sí una de las pocas que ha ido a toparse con la Iglesia. La multa puede ser escandalosa y hay quien ve indicios de delito. La polémica ha levantado pólvora, regalándonos a su paso más publicidad en los medios sobre Málaga, una ciudad genial y amiga de la infancia con bares en los que no hablamos del tiempo ni de nuestros problemas, sino de las invasiones de un grafitero o de lo último de Philippe Starck en el Pompidou.

La Policía Local ha emprendido una investigación muy cachonda basada en seguir el rastro de Invader en las redes sociales del director del CAC para averiguar que fue invitado por el centro, una cosa que todo el mundo sabe, que ha salido en los periódicos. Si eso implica algún grado de complicidad en un supuesto crimen, también tendrían que investigar a los camareros que han dado de comer a Invader o al Cabify que le desplazó. Sería fascinante que todo esto culminara con la policía malagueña descubriéndole al mundo quién se esconde detrás de este artista, Invader, que cumple con la tradición del anonimato tal y como hacen los grafiteros de verdad, precisamente porque a veces les pasan estas cosas. No es la primera vez que le ponen una multa, otra cosa es que haya quien quiera meter a este señor en un calabozo.

Es evidente que el Palacio Episcopal tiene mucho más interés que esta gitanilla, pero pongámonos por un momento en la piel de Invader: cuesta creer que esa esquinita parcheada y con cables colgando pertenezca a un Bien de Interés Cultural. Tiene desconchones, está cubierta de cajas de registro, señales de tráfico, un poste con pegatinas... si este trocito de pared del Palacio Episcopal tiene la máxima protección, que baje Dios y nos lo diga, porque desde luego no es esa la impresión que da. Ahí la Iglesia no ha entrado, ahí la policía no ve indicios de delito.


Mirándola durante un rato, la gitana de Invader incluso parece ironizar con estos cables, pasando por ellos como una equilibrista. La elección de una folklórica tendría otro doble sentido, ya que justo enfrente de esa esquina hay una tienda de souvenirs, con sus llaveros y sus cositas justo en mitad de la calle, enfrente de un BIC, nada menos. No sé si Invader nos está lanzando algún tipo de mensaje patrimonial, pero es genial que tengamos asumido que una de sus obras tiene más valor que una pintada tipo «Te quiero Loli». Por lo demás, lo dicho: una publicidad impagable para Málaga. Así que tomen sus asientos, pasen y vean, que esto tiene buena pinta.

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