Cerebro hiperactivo no siempre es una ventaja, en ocasiones me causa un aburrimiento monumental cuando se trata de algo repetitivo, algo que se ha convertido en un patrón integrado hasta llegar a ser un automatismo. En estos casos necesito darle una actividad paralela para evitar esa odiosa sensación de que la vida está pasando y yo aquí, haciendo algo en modo “piloto automático”.
Y entonces, viene al rescate el FB(I), ídem Facebook, porque a través del mismo estamos más controlados que los cangrejos en un cubo.
Suelo tenerlo ahí al alcance de la vista y el dedo índice para distraer esas neuronas inquietas, pero también para “megustar y compartir”. A no ser que algo sea discordante con mi ética personal, profesional o vaya en contra de mis principios, suelo megustar la mayoría de las publicaciones y las páginas que solicitan mi “manita”.
Estadísticamente demostrado es, que una publicación a los veinte minutos está caduca y huele a rancio, a no ser que haya tenido alguna repercusión mediática apoyada por los megusta y los comentarios. Y si la compartimos, su tiempo de vida incrementa de manera exponencial. Los megusta influyen de manera positiva en la motivación de quienes se atreven a publicar algo propio, nacido de su sensibilidad extrema que nos sorprende con sus creaciones artísticas, literarias o culinarias…
Apoyan a quienes en su dolor y soledad necesitan esa manita amiga y ese comentario que saca una carcajada y les da ánimo para seguir adelante. Conozco casos de los suicidios no cometidos gracias a alguien, que estando al otro lado del cable ADSL o fibra óptica, supo decir aquello que dio una luz de esperanza a quien no podía más en su noche del alma.
Señores, no pasen de largo, podrán eliminar al día siguiente de su muro y sin ningún cargo de conciencia las publicaciones compartidas, porque la misión ya estará cumplida. Y el "megustar" hoy en día equivale a un abrazo amigo en la edad antediluviana, cuando yo tocaba la puerta de la casa de mis amigas para ir juntas al río a mirar los peces.Tatiana Minina
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