Hasta 5.000 personas acudieron a la cita nocturna en la que participaron Almudena Grandes, Mendicutti, Pablo Carbonell, Chantal Maillard o Antonio Soler
Una noche en rojo. El color del fuego fue la metáfora de ‘Málaga 451: La noche de los libros’, en la que las letras ardieron, aunque de forma diferente a como lo soñó Ray Bradbury. Por la pasión de escritores, poetas y letristas varios y por el fervor caluroso de los lectores que llenaron en la tarde y noche de ayer La Térmica para no perderse la segunda edición de esta velada literaria que congregó a aficionados de todas las edades. Diálogos a dos, lecturas poéticas, micromonologuistas, actuaciones musicales, teatro y mucha complicidad de todos los presentes en esta noche de los libros encendidos.
Los primeros en sumarse a la fiesta fueron unos antiguos amigos. Almudena Grandes y Eduardo Mendicutti sacaron a relucir sus 27 años de relación personal y literaria en una charla llena de complicidad y humor en la que cada uno hizo de crítico de los últimos libros del otro. «‘Los besos en el pan’ es una novela de supervivientes», dijo el escritor, a lo que la autora dijo rápidamente: «Que son las que me gustan».
«Con ‘Furias divinas’, Eduardo ha vuelto a sus primeras novelas y a ‘Una mala noche la tiene cualquiera’», le respondió Grandes, al vincular aquella historia de la noche del 23F a través de un travesti con el retrato que se hace del momento actual y del ascenso de Podemos a través de un grupo de ‘drags queens’. Un relato divertido y chispeante, pero «una novela política», dijo la escritora, lo que también dio pie a hablar de ideología. Y Mendicutti, que siempre se ha declarado de IU, confesó que ahora no sabe si seguir con la izquierda de siempre o «con la de garrafón», bromeó.
Más de una hora estuvo esperando el público la aparición de esta primera pareja literaria que dejó pequeña la sala de La Térmica. Grandes rompió incluso el protocolo ya que no estaban planificadas las firmas de libros, pero la organización tuvo que improvisar una mesa y unas sillas ante la insistencia de los lectores. Las librerías que ocuparon el pasillo central del antiguo Centro Cívico lo notaron. «Nos han pedido mucho el último de Almudena, ‘Los besos del pan’, y también de otros autores que están por aquí esta noche», decían en la librería Proteo, mientras una clienta aguardaba para pagar con el último de Antonio Soler, ‘Apóstoles y asesinos’, otro escritor que no faltó a la fiesta.
Robar libros y regalarlos
Como los programas líderes de audiencia, Grandes&Mendicutti dejaron la sala a rebosar a los que tomaron su relevo, Pablo Carbonell y Felipe Benítez Reyes, que también lucieron connivencia y humor. Frente al público y sentados en cómodas butacas, se lanzaban frases y el otro las tomaba al vuelo, los que les llevaba a sitios insospechados. «Javier Krahe trabajaba en una librería y lo echaron porque dejaba robar», soltó el cantante, lo que despertó la memoria del poeta. «Solo he robado un libro en mi vida cuando estaba interno. Todos mis compañeros robaban libros por el gusto de hacerlo no para leerlos. Un día robé uno y lo pasé tan mal que decidí regalarlos a partir de entonces», contó Benítez Reyes, que ha hecho algo más: regalarlos y escribirlos.
Mientras esta pareja hablaba de sus delitos y faltas, el espacio para la poesía que se estrenaba en esta segunda edición comenzaba con la voz pausada y profunda de Chantal Maillard, que puso los primeros versos a la noche en un espacio más íntimo, acorde con este género, pero igualmente festivo y en el que era más difícil encontrar un hueco que una rima. El espacio también se quedaba pequeño para escuchar en otra esquina de La Noche de los Libros la charla del pensador Theodore Zeldin con Juan Cruz, a los que después siguieron Santiago Rocangliolo y Berna González Harbour y el dúo formado Alfredo Taján y Justo Navarro que, cerca de la medianoche, invitaron a su charla al espíritu de Scott Fitzgerald. Y sus libros, claro.
La exposición de Madonna abierta en La Térmica fue un constante ir y venir de lectores/poperos, que también se dejaron ver por la muestra abierta para la noche, la visión de Salvador Dalí sobre Don Quijote. Del hidalgo también hablaron en los cuentacuentos para infantes. «¿Por qué se volvió loco el Quijote?», preguntaron a los niños, que levantaron las manos con tanta facilidad como el caballero de Cervantes su espada: «Porque no podía ver bien y no podía leer». Sin duda, una lectura creativa.
Paco Roca y Pepo Pérez encandilaron a los amantes del cómic, mientras que antes Juan Francisco Ferré y Eloy Fernández Porta rivalizaron en cinefilia y literatura, y hasta hablaron de las series que le han ganado la partida a la gran pantalla. Y los Antonios, Soler y Orejudo, recordaron sus primera emociones y decepciones literarias. El segundo rememoró lo que le «fascinó» ‘La muerte y otras sorpresas’ y la «decepción» con la que le trató su autor, Mario Benedetti, cuando acudió a que le firmara un libro. Una experiencia parecida a la de Soler con Caballero Bonald que tampoco miró al entonces lector cuando acudió a que le dedicara ‘Agata ojo de gato’. «Claro que yo iba con una amiga, que fue a la que le hizo caso Manolo, como después muchas veces se lo he recordado», rememoró con cariño y humor el escritor.
La música no faltó tampoco a la noche. Desde que The Black Lennons presentó su nuevo disco ‘Querida Lógica’ hasta pasada la medianoche en la que las palabras dejaron más protagonismo a la música. Entonces también fue el momento de recapitular y contar. Unas 5.000 personas dieron calor y luz a La Noche de los libros.
Paco Griñán para Diario Sur
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