martes, 10 de mayo de 2016

Diario de Una Minina : Recuerdos Humedecidos

EL DIARIO DE UNA MININA: "RECUERDOS HUMEDECIDOS".

Ahora que veo el mar picado por la lluvia incesante, circunstancia que a la mayoría de los malagueños de pura cepa (y no de tan pura) nos hace apalancarnos en casa entre la comodidad y la pereza, recuerdo que de pequeña todo me hacía ilusión. Si llovía, me ponía las botas de agua y medía la profundidad de los charcos que encontraba por el camino; con la llegada del primer frío, deseaba salir a la calle para romper el hielo formado durante la noche sobre el charco congelado; cuando nevaba, iba a poner cera en mis esquíes, anticipando el gozo de salir a esquiar después del cole; corría al estadio para ver como le echaban agua, observaba como al día siguiente pasaba una máquina pulidora, y al otro aparecíamos nosotros con los patines puestos para "volar" sobre el hielo.
Llegaba la primavera, y hacíamos los barquitos de papel de periódico para ponerlos a navegar en los arroyos que corrían por las calles después de que el sol derritiera la nieve sucia de tanto uso. En ocasiones las calles estaban tan invadidas por el tráfico fluvial que impedían el paso de los transeúntes que no se atrevían a aplastar nuestras ilusiones. Eran los principios de los ochenta y el transporte que había eran trenes, ambulancias, autobuses y bicicletas. Por aquellos años coches privados era un sueño imposible, por tanto, las calles eran nuestras: las pintábamos con tiza, saltábamos sobre los cuadros pintados, jugábamos a la pelota y nos inventábamos mil entretenimientos en medio de tanta libertad y seguridad.
Los padres eran un incordio, que aparecían en el momento álgido, recogiendo cada uno a sus respectivos vástagos para arrastrarlos de vuelta a casa, porque la calle para nosotros era el mejor sitio del mundo para estar, aunque cayesen los rayos.
No sé en qué momento perdí la ilusión de atravesar los charcos. Hoy yo también me he apalancado en casa buscando refugio entre las letras ajenas. No sé si de tanta agua fuera o de tanta tinta derramada dentro, pero siento como mis recuerdos disecados vuelven a revivir, y empiezo a ver nuevamente los arroyos de agua sobre los que voy poniendo mis pequeñas barquichuelas con las poesías en los costados. Tatiana Minina 
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