Anda esta tribu asaeteada por los cuatro costados. Aquellos que un día encontraron su vocación en el olor a tinta de los periódicos ven cómo ese olor se diluye con el zumbido imperceptible de los soportes electrónicos y una turba de lectores acomodaticios hacen del titular y la pantalla un remedo de la información. Caen en los conflictos armados, son víctimas de los regímenes sin libertad o sencillamente languidecen en la cola del paro. Otros hacen del freelancismo una forma de vida y lo mismo se adentran en el corazón de Africa que en una secta mormónica para descubrir los entresijos del mundo y cumplir al pie de la letra los códigos de la profesión. Periodistas. Buscadores de esas pepitas de oro que son las verdades ocultas, la información que circula por arroyos subterráneos.
Mensajeros que demasiadas veces llevan en la espalda una diana real y otra simbólica, como esos dos periodistas de 'El Comercio' a los que un diputado regional de Asturias ha demandado. Vendedor de droga y multado por consumir estupefacientes. Pecados de juventud. Pero pecados reales, no sacados de una chistera sensacionalista por el redactor que firmó la noticia, contrastada, y el director que le dio cobertura. Ahora, el político del PP los quiere en la cárcel y callados. Alega que la publicación de la noticia le hizo daño a él y a su familia, a sus amigos. Son pecados de «un niño que hizo tonterías», afirma. El niño, es decir, él, era mayor de edad cuando los hechos ocurrieron, cuando según sus propias palabras era «demasiado revoltoso». Bien. Se habrá regenerado, querrá olvidar y que aquello no hubiera sucedido. Pero forma parte de su currículum.
David González, que así se llama el diputado regional, podría haber utilizado ese pasado más o menos turbulento como ejemplo de alguien que es capaz de superar una etapa oscura. Pero, no. Prefería el silencio. Sólo que es una persona con responsabilidades públicas y sus votantes tienen derecho a conocer su historial, sobre todo cuando ha entrado en colisión con la ley. Su opción: matar al mensajero. Orillar eso que en su día se llamó el cuarto poder. El político asturiano podrá intentar acallar a los periodistas, tratar de que acaben en la cárcel o perseguirlos del modo que quiera, pero finalmente a quien le está haciendo el favor más flaco es a sí mismo. Y a su partido, que ampara o tolera actitudes de este tipo. El propio González ha usado a veces en la tribuna del parlamento asturiano informaciones periodísticas para desacreditar a sus rivales. Cuando le convenía. La Asociación de la Prensa de Málaga, dando ejemplo, se ha pronunciado a favor de los periodistas denunciados. La libertad no es algo que vaya por barrios. Es la herramienta principal con la que trabajan los periodistas y el fluido esencial que alimenta una democracia. Si el tal González no lo sabe será porque sigue siendo el niño que según él hacía tonterías. Aunque ahora sean de otro tipo.
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