Rivera se justifica por haber intentado formar Gobierno con el PSOE. Lo hice porque, si no, ¿saben quién sería el vicepresidente ahora mismo? Pregunta retórica, pausa dramática, respuesta obvia. Pablo Iglesias. Silencio destinado a que el auditorio comprenda que acaba de escuchar el nombre del Príncipe del Mal. Me pregunto quién inspira esta estrategia que, de entrada, implica insultar a los cinco millones de españoles que optaron en diciembre por Satanás.
Y me respondo que, desde luego, cualquiera que haya votado siempre a los grandes partidos y nunca haya tenido que plegarse al célebre silogismo que, durante años, nos ha empujado a otros hasta las urnas.
No puedo transcribir aquí su versión original porque incluye una palabra malsonante, compuesta de dos sustantivos y una preposición, aunque la traducción aproximada sería: voy a volver a votarlos, porque ya sé que son unos indeseables, pero son mis indeseables. El elemento más importante de esta frase no es el verbo ni el sujeto, ni siquiera el predicado. Aunque sólo tenga dos letras, la clave del razonamiento es el posesivo, porque esa diminuta partícula salta por encima del miedo y de las cifras para abrir la puerta a las emociones, los sentimientos que, en definitiva y por mucho que molesten a los expertos electorales, deciden el voto de la gente. La demonización de Unidos Podemos expresa mucho más de lo que sus portavoces pretenden y, ante todo, que el poder en España está ya rifado, que las verdaderas líneas rojas son las que los poderes fácticos activarán para que Iglesias nunca gobierne. Y a mí, que no mando nada, me asombra que todavía no se hayan dado cuenta de hasta qué punto su actitud fortalece, ensancha y agranda una simple partícula posesiva.
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