lunes, 12 de junio de 2017

28 años Aqui ... por Antonio Javier López

En el último suspiro del periódico espera un cuadradito gris celeste, casi tímido, con un nombre escrito en negrita y el resto en letra fina. Como una esquela, pero a la inversa, porque no anuncia muerte sino vida. Anuncia el recorte del diario los 28 años que Manuel Alcántara lleva firmando su columna y lo hace, en un guiño metafórico, debajo de sus propias palabras, a modo de nota al pie de página de una vida impresa en papel de periódico. 28 años son, según la cuenta de la vieja, que no del viejo,más de 10.100 artículos aquí. Así se titulaba el primero de ellos: ‘Aquí’. El 1 de junio de 1989 se presentaba Alcántara con 15.000 artículos cuajados y el miedo intacto a la página en blanco. «Quiero decir que mientras más viejo más complejo», soltaba el poeta como el púgil que lanza una mano rápida de pura convicción. Pedía Alcántara a los lectores tres minutos, «lo que dura un asalto y un artículo de treinta y tres renglones de sesenta espacios».






Y en ese cuadrilátero se ha fajado Alcántara cada día, con su rápido juego de pies y manos y metáforas. Con frases que han pasado a formar parte del vocabulario vital y sentimental de tres generaciones. Porque a los hallazgos de Alcántara les pasa lo que Serrat pide para sus canciones. El Noi sueña con que alguien las cante en la ducha, de memoria, sin saber quién las escribió. Eso pasa con muchas ideas prendidas en las columnas de Alcántara como el santo y seña de una forma de vivir. Sucede cuando escribe que los amigos son las familia que uno elige; que mientras mucha gente quiere tener una vida larga, él prefiere tenerla ancha; que deberían repartir carnés de buenos bebedores; que detesta las polémicas porque de ellas no sale luz, si acaso, chispas; que él apenas intenta ser cada día «un salvador de instantes y un cantor de lo cotidiano».


Sostiene Alcántara que escribir una columna diaria es una forma de esclavitud de la que aún no se ha ocupado Amnistía Internacional, pero que a él ese voto laico de paciencia le ha permitido ser su propio amo. Recuerdan las palabras de Alcántara a las de otro grande de la distancia corta, Julio Camba, cuando pedía perdón por no haber tenido tiempo para ser más breve, cuando lamentaba la pesada carga de escribir textos breves, de esos que incluso se lee la gente.


Porque Alcántara es capaz de voltear cada día el periódico, es decir, el mundo entero, para empezarlo justo por el final, por la columna que lleva escribiendo aquí 28 años. Más de 10.000 artículos estampados a máquina en un folio blanco que asoma cada tarde por el fax de la Redacción como sacándole la lengua a los cenizos.



Diez mil artículos son millones de ideas. Una vez me invitaron a perpetrar una charla para alumnos de Periodismo y uno me preguntó cuánto tiempo tardaba en escribir estas líneas dominicales. Por una vez dije la verdad: en escribir esto tardo toda la semana. Rumio las frases en cualquier parte y haciendo cualquier cosa. Creo que una idea que no regresa no suele ser una buena idea, así que confío en la memoria y en algo que, a falta de una palabra mejor, relaciono con un instinto parecido al trance. A menudo hago un esquema antes de escribir para poder saltármelo mientras escribo. Sin tocar una tecla, mastico estas líneas durante horas, días, y el resultado siempre es peor del que tenía en la cabeza. Nada me cuesta más y casi nada me acerca más a la felicidad en este afán de ganarme la vida juntando letras.


«Me he ido dejando la vida en ese empeño, pero en alguna parte tenía que dejármela, ya que no es fácil llevársela de aquí». La vida, Alcántara, las columnas. Todo metido en un cuadradito gris celeste. Justo aquí.

Antonio Javier López

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