Se acaban antes las palabras que los hechos. Por eso hay tantos diccionarios de palabras y tan pocos de hechos. Los hechos son infinitos y el lenguaje finito. A veces, para mayor confusión, se produce entre aquellos y estos un desfase semejante al de la banda sonora de una película respecto a sus imágenes. Rajoy ha comprendido que cuantas más palabras, sincronizadas o no, se acumulen sobre los hechos, menos necesidad tendrá de modificar la realidad. Las palabras, si les das tiempo, se pudren como polillas muertas. Acerca de Catalá y Maza se han escrito artículos terribles, se les ha acusado de proteger a los malos, de elegir el lado oscuro, de prevaricar. Se nos han mostrado sus conversaciones, se les ha reprobado, se ha pedido su dimisión, nos hemos desgarrado verbalmente las vestiduras. ¿Y qué? Y nada. Pero nada de nada. ¡Qué sangre fría!, ¿no?, qué caradura, qué miedo, qué cansancio.
Juan Jose Millas
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