martes, 5 de septiembre de 2017

Luz Prado y su otra forma de entender el violín



La malagueña reinventa los usos y los sonidos de uno de los instrumentos más clásicos de la música
Tiene una formación clásica adquirida en el Conservatorio Superior de Música de Málaga, maneja el violín a su antojo y da conciertos en diferentes espacios, pero ella no se siente violinista. «No soy el estandarte que continúa la historia del violín», reconoce Luz Prado (Málaga, 1985). Ella responde mejor a las palabras «improvisadora, creadora». Porque su trabajo no es tocar una partitura al violín o, al menos, no es solo eso. La artista malagueña reinventa los usos y los sonidos de uno de los instrumentos más clásicos de la historia de la música a través de múltiples proyectos que van de la composición a la danza pasando por la performance. En todos ellos el instrumento desempeña un papel fundamental, pero también lo tienen su presencia escénica, su movimiento, el espacio que ocupa o, simplemente, «el hecho de estar en un lugar y que sea el tiempo el que articule».

No le importaría formar parte del «batallón de una orquesta», pero sus inquietudes la han alejado poco a poco del repertorio clásico, dejando a un lado la interpretación para dar paso a una creación más espontánea. Investiga, estudia y ejecuta la improvisación con el violín. De hecho, acaba de llegar de Canadá, del Banff Centre for Artes and Creativity, donde ha profundizado en fórmulas de improvisación con Peter Evans, Sofía Jernberg y Steven Schick.


Puede resultar extraño para una inmensa mayoría acostumbrada a ver el violín en su forma más convencional, pero para ella es lo natural. «Es lo que tengo en las manos. Improvisar con un saxo es lo raro para mí», admite entre risas. Quizás se explique, en parte, porque sus referentes son artistas de otras disciplinas y de otros instrumentos. Se siente influenciada, por ejemplo, por los procesos de creación de la poesía, donde empezó de la mano de la poeta malagueña Violeta Niebla. Con ella y con Alessandra García ha creado el colectivo Hombro Cabeza Hombro, un grupo que trabaja de manera transdisciplinar con performances poéticas, escénicas y sonoras. Su segundo proyecto, ‘Aquella postura’, se presentó el pasado junio en la sala Abierto x Obras en Matadero Madrid.

En este terreno también trabajó este año con la coreógrafa Irene Cantero durante su beca en la Real Academia de España en Roma. El proyecto consistía en habitar un lugar por un tiempo largo –en este caso, la cripta del Tempietto de Bramante durante ocho horas– para que los minutos y el espacio marquen lo que sucede. «Y sucedió de todo, pasas por muchos estados, tocamos, bailamos, nos peleamos, comimos...», enumera.






El proceso es para ella más relevante que el resultado. Y eso sucede también en la improvisación, donde la conexión «con el sitio, con las personas y con lo que está sucediendo» determina la obra final. Aquí su aliado es el trompetista Julián Sánchez. Con él colidera One Two Free Fall, un cuarteto con gran influencia del free jazz que lanzó su primer disco a principios de año. Además, juntos forman el dúo de improvisación libre SACBA con el que participará en octubre en el Festival de Poesía Irreconciliables. «Nunca se sabe qué va a salir, pero sabemos que va a salir algo», asegura la joven.

Porque dentro del desorden creativo también hay unas pautas, una técnica donde la escucha «es lo más importante». «Precisamente, una de mis líneas de estudio es el modo en el que voy desarrollando una escucha más atenta y activa. Estamos sobre estimulados y coartamos partes para poder vivir, porque de lo contrario sería un disparate estar en una ciudad. El reto ahora es volver a abrirlo, tender a una escucha total», argumenta.

En estas iniciativas busca producir nuevos sonidos con su instrumento, una sonoridad más próxima al ruido que a la acostumbrada en un violín. Eso no impide que la composiciones que surgen al momento se apoyen también en armonías más convencionales e incluyan, por ejemplo, retazos de canciones populares. «Cabe de todo, desde el ruido hasta una melodía popular», explica Prado.

Es consciente de que no son composiciones fáciles para el oyente, por eso ella se dirige a un público activo que no se limite a recibir lo que el músico vuelca desde un escenario. «Se trata de estar en conexión con el espacio, el instrumentista y la persona. Todo gira entorno a que el espectador tenga más responsabilidad en lo que sucede», apunta.

Prado rompe tradiciones y, al mismo tiempo, las recupera a su manera. Le «encanta» la música folclórica: «Me interesa como acto comunicativo, sin separación entre público y escenario. Es una forma de conexión, de unir y estar». Ha revisado, por ejemplo, los verdiales con el Col·lectiu LOOPA! que forma con Pablo Contreras. Una investigación que derivó junto al dramaturgo Alberto Cortés en un proyecto escénico ‘Viva la guerra. Postverdiales’ que llevaron a la pasada Bienal de Flamenco de Sevilla.

De cara al futuro tiene distintos proyectos en mente, pero admite que no suele pensar hacia dónde va. «Improviso». Como con el violín.

Regina Sotorrio

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